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La Falsificación de la Realidad
No solamente no ha existido ni una orden, ni un plan, ni el menor indicio de
una instrucción o de un presupuesto para esta vasta empresa que habría sido
el exterminio sistemático de los judíos; no solamente no existe ni un informe de
autopsia que establezca la muerte de un detenido por un gas venenoso, ni un
peritaje oficial del arma del crimen, sino que tampoco existe ningún testigo de
las cámaras de gas a pesar de lo que algunos autores de best-sellers querrían
hacernos creer. En La Nuit, testimonio autobiográfico publicado en 1958, Elie
Wiesel no menciona ni una sola vez las cámaras de gas de Auschwitz; ¡dice que
los judíos eran exterminados en hogueras o en hornos crematorios! En enero de
1945, los alemanes le dejaron escoger, así como a su padre, entre esperar a los
soviéticos sobre el terreno o partir hacia el corazón de Alemania. Tras madura
reflexión, el padre y el hijo decidieron huir con sus "exterminadores" alemanes
antes que esperar a sus liberadores soviéticos. Esto se encuentra con toda
claridad en La Nuit, que basta leer con atención (12).
La mentira de Auschwitz
En 1980, yo declaraba: "¡Atencion! Ninguna de las 60 palabras de la frase que
voy a pronunciar me ha sido dictada por una opinión política: "El pretendido
genocidio de los judíos y las pretendidas cámaras de gas hitlerianas forman una
sola y misma mentira histórica, que ha permitido una gigantesca estafa político-
financiera cuyos principales beneficiarios son el Estado de Israel y el sionismo
internacional y cuyas principales víctimas son el pueblo alemán, PERO NO SUS
DIRIGENTES, y el pueblo palestino entero".
Hoy, no veo que tenga que retirar una palabra de esta declaración a pesar de las
agresiones físicas, a pesar de los procesos, a pesar de las multas que he sufrido
desde 1978 y a pesar de la prisión, el exilio o la persecución de tantos
revisionistas. El revisionismo histórico es la gran aventura intelectual del fin de
siglo. Solamente lamento una cosa: no poder, dentro de los límites de este
artículo, encontrar el lugar necesario para rendir homenaje a los cien autores
revisionistas que, desde el francés Paul Rassinier y pasando por el americano
Arthur R. Butz, el alemán Wilhelm Staglich, el italiano Carlo Mattogno y el
español Enrique Aynat, han acumulado sobre la realidad histórica de la
segunda guerra mundial tantos trabajos de mérito manifiesto.
Una última palabra: los revisionistas no son ni negadores ni personajes
animados de sombrías intenciones. Buscan decir lo que ha pasado. Y no lo que
no ha pasado. Son los que anuncian una buena noticia. Continúan
proponiendo un debate público, a plena luz, incluso si, hasta aquí, se les ha
respondido sobre todo por el insulto, por la violencia, por la fuerza injusta de la
ley o también por vagas consideraciones políticas, morales y filosóficas. La
leyenda de Auschwitz debe, en los historiadores, dejar lugar a la verdad de los
hechos (13).
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