La Falsificación de la Realidad La Falsificación de la Realidad | Page 292

La Falsificación de la Realidad Juan Pablo II, Pio XII defendió "la ley de la solidaridad humana y de la caridad hacia todos los hombres independientemente del pueblo a que pertenecían". Igualmente recordó que también la Iglesia "había sido apuntada directamente" por los ataques nazi que acabaron en el genocidio. Estas puestas a punto serán acogidas de manera diferente en la comunidad judía. Pero se buscará en vano la causa del proceso que se ha hecho ayer al Papa polaco por querer "anexionar cristianamente" la shoah. En los veinte años de su pontificado, el discurso de Juan Pablo II sobre el judaísmo se ha consolidado y centrado en lo esencial: el antisemitismo "deforma", dice, "el rostro de la Iglesia. El cristianismo y el judaísmo forman parte de la misma historia de salvación. 'El amor' del judío no es sólo una exigencia de justicia y de caridad, sino que es ordenado por el designio mismo de Dios sobre la humanidad". Recordando el "lazo vital (del cristianismo) con el Antiguo Testamento, sin el cual el Nuevo Testamento es vaciado de su sentido", el Papa añade: "Aquellos que consideraban el hecho de que Jesús era judío y que su mundo era el mundo judío como simples hechos culturales y contingentes que podrían ser sustituidos por otra tradición religiosa (...), no sólo desconocen el sentido de la historia de la salvación, sino, más radicalmente, arremeten contra la verdad misma de la Encarnación". "La Iglesia", concluye Juan Pablo II, "condena con firmeza todas las formas de genocidio, así como las teorías racistas que las han inspirado y que han pretendido justificarlas. El racismo es una negación de la identidad más profunda del ser humano creado a la imagen y semejanza de Dios. A la maldad moral de cualquier genocidio se añade, con la shoah, la maldad de un odio que arremete contra el plan de salvación de Dios. La Iglesia se sabe también directamente apuntada por este odio". También el periódico libanés L'Orient-Le Jour, en su edición del 1 de noviembre de 1997 (p. 14), se ocupa del mismo tema: "Juan Pablo II condena 'los sentimientos de hostilidad' de los cristianos hacia los judíos, que han impedido una resistencia contra las persecuciones antisemitas nazi". "Estos sentimientos", dijo el Papa, "han contribuido a adormecer muchas conciencias". "De modo que, cuando se desencadenó en Europa la ola de persecuciones inspiradas por un antisemitismo pagano (...), la resistencia espiritual de muchos no ha sido la que la humanidad tenía derecho a esperar de los discípulos de Cristo", añadió. Durante siglos, la idea de que el pueblo judío era culpable de la muerte de Cristo ha circulado no sólo en la cultura cristiana, sino incluso en los textos litúrgicos, lo que fue borrado en la época de Juan XXIII, en el Concilio Vaticano II en los años '60. Sin embargo, el Pontífice ha subrayado en su discurso, pronunciado en francés, que hubo "cristianos que hicieron todo para salvar a los perseguidos hasta poner en peligro su propia vida". El Papa evocó "la elección divina" del pueblo judío, "convocado y conducido por Yahvé, creador del cielo y de la tierra". "Su existencia" (la del pueblo judío), continuó, "no es por lo tanto un puro hecho natural o cultural (...). Es un hecho sobrenatural". Insistió, además, en el deber de los cristianos de albergar "sentimientos fraternales" hacia los hijos de Israel. La reunión debe aportar al Papa "un material de calidad científica indiscutible que pueda servir al examen de conciencia de los cristianos que él ha invitado con ocasión del gran Jubileo del año 2000", indicó el teólogo del Papa, el dominico francés Georges Cottier. Una vez más, el Centro Simón Wiesenthal, de Viena, especializado en la caza de antiguos nazis, aprovechó la ocasión del simposio para reclamar la apertura de los archivos del Vaticano sobre el pontificado de Pio XII. Pero el Padre Remy Hoechman, secretario de la comisión del Vaticano para las relaciones con los judíos, respondió que este tema no figuraba en el orden del día del simposio. 35.- Julio Trebolle Barrera, op. cit, p. 608, 609. La insistencia en el símbolo y en la alegoría se debe a que: "La cultura israelita anterior al exilio, si se compara con los restos del Oriente Próximo antiguo, se caracteriza por la pobreza de datos. No sólo las grandes culturas de Egipto y Mesopotamia, sino también el resto de la franja siropalestina han proporcionado a la investigación arqueológica unos restos mucho más significativos que Israel. Sin embargo, en Israel ha habido una investigación más intensa que en cualquier otra región de Oriente Próximo y puede que del mundo. Si la historia política y cultural de Israel tuviera que ser reconstruida sobre la base de estos hallazgos arqueológicos, tendríamos sobre ella una visión muy escueta y pobre... Los fenómenos políticos, culturales y de población son de escasa envergadura, comparados con las áreas vecinas, sobre todo en la Edad de Hierro... Tratándose del período de los 'orígenes' de Israel, la divergencia entre el relato bíblico y la realidad histórica es prácticamente total, por la falta de fuentes creíbles, las distancias en el tiempo (entre la redacción del Antiguo Testamento y los hechos a los que se refiere) y las fuertes interferencias de las intensiones 'fundadoras'. A fin de cuentas nuestra documentación arqueológica y contextual referente a este período es más fiable que la que los autores del siglo VI (aC, los escribas hebreos del AT) tenían a su alcance: antiguas historias de cariz legendario, genealogías transmitidas de memoria y etiologías". Mario Liverani, El Antiguo Oriente: historia, sociedad y economía, Crítica, Barcelona, 1995. 292