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La Falsificación de la Realidad
Asimismo muchas dirigencias árabes adoptaron finalmente posiciones "... que
los israelíes habían dispuesto previamente"(2). Así, esas dirigencias se vieron
caracterizadas ante el mundo, "... no como las víctimas del sionismo, sino como
sus hoy arrepentidos asesinos de ayer; como si los miles de muertos por los
bombardeos israelíes sobre los campos de refugiados, hospitales y escuelas en
el Líbano; las 800.000 personas expatriadas en 1948 (cuyos descendientes
alcanzan ahora los tres millones de personas, muchos de ellos refugiados sin
nacionalidad); la conquista de sus tierras y propiedades, la destrucción de unas
400 aldeas palestinas, la ocupación del Líbano, para no hablar de los estragos
de 26 años de ocupación militar... se pudiera reducir a la condición de violencia
y terrorismo, como si se debiera renunciar a ello e ignorarlo. Dado que Israel
siempre ha llamado a la resistencia palestina violencia y terrorismo, incluso en
el plano del lenguaje (Israel) ha recibido (con la firma de los Acuerdos de Oslo)
un regalo moral histórico" (3).
Todos buscan lavar y hacerse perdonar de sus pecados, las más de las veces
ficticios, cometidos en el pasado. Y todo para convalidar una situación de poder,
carente de cualquier fundamento moral, existente en el presente. Es por ello
que la destrucción del Mito no puede ser sino un acto re-fundacional abarcante
de la totalidad del mundo contemporáneo.
La destrucción del Mito, trabajosamente elaborado, será el corte de ese cordón
umbilical legitimador de la irracionalidad más abyecta. La imagen del
"Holocausto" es lo que legitima, ante Occidente, y ante una parte de las
dirigencias árabes, todos los actos criminales del judaísmo político en el Oriente
Medio y otras regiones del mundo. Más aún, la construcción de esa imagen le
permitió al judaísmo diseñar y, en parte, comenzar a realizar, a partir del
Estado de Israel, un "golpe de Estado teológico y cultural" abarcante de la casi
totalidad del mundo occidental.
Fue la construcción de esa imagen moral la que le otorgó al judaísmo
contemporáneo un potencial de poder real que nunca antes había tenido en la
historia, a excepción, tal vez, de los momentos de máximo esplendor de al-
Ándalus (el poder político "terrenal" del judaísmo en el Siglo I de nuestra era
fue, comparativamente, residual, respecto del poder alcanzado por los judíos en
al-Ándalus y, aún, en la España visigoda). Fueron los sefardíes españoles de al-
Ándalus los que más cerca estuvieron de conquistar el poder en la España
musulmana.
Lo realmente sorprendente de todo este proceso es que la construcción de esa
imagen mítica fue un puro ejercicio de algunas memorias individuales. Contra
lo que mucha gente piensa, no existe ni una sola prueba documental, ni un solo
documento que pueda ser aceptado como tal por un historiador normal, de que
haya existido algo, siquiera remotamente parecido, a lo que proclama el Mito.
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