La Falsificación de la Realidad La Falsificación de la Realidad | Page 231

Norberto Ceresole mientras que los movimientos revisionistas, que tienen su origen en nacionalismos judíos centroeuropeos, exploran nuevas alternativas para lograr el mismo objetivo de crear un Estado Judío exclusor de los habitantes no judíos de Palestina, con la misma lógica que empleó el nacional-socialismo para excluir a los no arios del espacio vital alemán. Ello condujo a una guerra civil intrajudía que no por larvada y limitada fue menos sangrienta. Fractura histórica y fractura teológica El Estado de Israel hoy vive una situación de preguerra civil que no es en absoluto un acontecimiento original, ni en su historia política, ni en su historia bíblica. Desde los mismos orígenes del pueblo judío, la división ha pasado siempre entre las distintas formas de secularidad estatal y la religiosidad del judaísmo, propiamente dicho. Ahora hay un tercer factor en discordia: el judaísmo laico quien, en la diáspora, está en parte "asimilado" a las sociedades en las que habitan, pero bajo la forma de "doble lealtad". Las exigencias de la Ley (religiosa) y las exigencias del mundo provocaron grandes tensiones en todas las épocas y en todas las ramas de la diáspora. Se manifestaban apenas algún grupo judío asumía la dirección de sus asuntos políticos. "De allí que muchos judíos piadosos creyesen que era preferible vivir bajo la soberanía de los gentiles". El sionismo moderno no nace como un plan de la teocracia judía sino como un instrumento de gobierno en los planos político y militar, dentro del "nuevo orden" que surge a partir de la segunda guerra. Desde la fundación del Estado de Israel, a partir de la "Partición de Palestina", el conflicto intrajudío vuelve a plantearse en forma básicamente similar al conflicto que había nacido en los tiempos del profeta Samuel. Una interpretación claramente pro-israelí sostiene: "Los israelitas corrieron el peligro de ser exterminados por los filisteos y apelaron a la protección de la monarquía para conservar la vida. Samuel había aceptado el cambio con dolor y aprensión, porque percibía claramente que la monarquía, o más bien deberíamos decir el Estado, mantenía un conflicto irreconciliable con el dominio de la Ley (religiosa). Al final quedó demostrado que tenía razón. Se desafió a la Ley, Dios se encolerizó y llegó el exilio en Babilonia. La Segunda Comunidad tropezó exactamente con las mismas dificultades y también pereció. De modo que los judíos comenzaron la diáspora. Correspondía a la esencia del judaísmo que el Exilio terminara con un acontecimiento metafísico, cuando así le placiera a Dios, no con una solución política ideada por el hombre. El Estado sionista era sencillamente un nuevo Saúl. Sugerir que era una forma moderna del Mesías no sólo implicaba un error, sino que era también una blasfemia". (Paul Johnson, La Historia de los Judíos). 231