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Norberto Ceresole
Una lectura atenta del recorrido de Benjamín Netanyahu en su última y breve
visita a Washington (enero de 1998, 48 horas) nos muestra un "mapa" político
del lobby judío-norteamericano muy distinto al habitual. Sin duda alguna el
"golpe de Estado" que ciertos sectores republicanos idearon contra el gobierno
de William Clinton no fue en absoluto ajeno a ese "cambio de recorrido". El
Sheik palestino Ahmed Yasin fue aún más lejos en esa suposición: acusó al
gobierno israelí de estar "detrás del escándalo" que ata las manos del presidente
Clinton en un momento crucial en el desarrollo del "plan de paz".
Nadie mejor que la inteligencia israelí para saber qué pasa en los EUA. Para el
Mossad, el "coloso" americano es una casa de cristal. Es evidente que
Netanyahu sabe muy bien que hay un gobierno débil en Washington: es un
momento muy oportuno para forzar las reglas del juego, precisamente cuando
la administración demócrata - plagada de altos funcionarios judíos- todo lo que
tiene que hacer, hasta el fin de sus días, es cuidar, meramente, el cargo. Es el
momento para humillar a ese gobierno, que quiso imponer, con timidez
exquisita, algunas reglas de juego en Oriente Medio (todas ellas, naturalmente,
orientadas a no perder el apoyo de los gobiernos árabes "leales", incluida la
ANP).
Una parte de la propia comunidad judía norteamericana quedó fuera del juego
dentro del nuevo circuito político inaugurado por el fundamentalismo judío
israelí. Toda la diáspora está ya dividida. Los judíos laicos-liberales,
comenzando por los judíos laicos-liberales de la propia Israel, ya no son
auténticos judíos. Fue dentro de ese contexto que Yehudi Menuhin declaró a Le
Figaro que "el nazismo está progresando en Israel". Lo sorprendente no es la
declaración en sí de Menuhin, sino la difusión que la misma tuvo en medios
occidentales que hace pocos meses atrás jamás la hubiesen siquiera
mencionado. La relación entre el fundamentalismo judío de Israel, el gobierno
demócrata de los EUA y los judíos liberales norteamericanos se venía
deteriorando aceleradamente en los últimos tiempos. Las "nuevas relaciones"
que inaugura Netanyahu en Washington no son más que la culminación de ese
proceso.
Los judíos liberales norteamericanos lanzan contra Benjamín Netanyahu una
acusación principal, en su nombre y en nombre de la propia administración
demócrata, dentro de la cual ellos se habían "infiltrado" con inusitada
profundidad. Acusan al fundamentalismo judío israelí de mantener algo así
comorelaciones carnales con el fundamentalismo evangélico-calvinista, los
"cristianos proisraelíes" de los EUA. "El director de la Liga Antidifamatoria, Abe
Foxman, calificó el comportamiento de Netanyahu de ‘alcahuetería grosera’,
concretamente en el caso de ‘tipos’ como el reverendo Jerry Falwell, con quien
Netanyahu se entrevistó a solas durante varias horas antes de entrar en la Casa
Blanca. Foxman dijo que ‘…la principal preocupación de Netanyahu debería ser
Israel, teniendo en cuenta que los judíos norteamericanos están en total
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