La Falsificación de la Realidad La Falsificación de la Realidad | Page 209

Norberto Ceresole Aunque con diferencia de grado e intensidad, el Estado de Israel y los Estados Unidos de América (EUA) son los únicos poderes fácticos del mundo cuyas acciones se sustentan en "grandes principios". Los (norte)americanos son maestros en proclamar la moralidad perenne de su política exterior; y ello emerge de una lectura muy especial -evangélico-calvinista- de la Biblia Hebrea (Antiguo Testamento) (8). Por esa razón el mito del "Holocausto" se convierte en la piedra angular de la política exterior norteamericana a partir de su derrota militar en Vietnam, y en la base de un chantaje permanente de Israel a Occidente en su conjunto (Ver: Capítulo 7, El Mito del Holocausto y la Conciencia Occidental). De una lectura sin interpretaciones del Antiguo Testamento surge un indudable sentimiento de superioridad nacional y racial: "Se es más hombre en tanto que se es más judío". "Lo judío es lo que más próximo está de la humanidad". Y así sucesivamente. El origen de esta lectura es ciertamente talmúdico, pero recién en esta contemporaneidad pos-sionista existen las condiciones militares para que la misma se transforme en un hecho estratégico de gravitación extraordinaria. El Talmud es el gran libro sagrado del judaísmo, donde se ponen por escrito, a partir del siglo II d.C., sus tradiciones orales. La Ley oral es indispensable en el judaísmo, tanto o más que la Torah o Biblia Hebrea, ya que esa tradición (oral) pretende extraer su legitimidad del propio Moisés. En los dos libros del Talmud y en la Mishnah (9) es donde se manifiesta con toda su claridad la violencia anticristiana del judaísmo. Jesús es un traidor que merece eterna condenación ( "Cuál es el castigo de este hombre?…: excrementos en ebullición -B. Guit 56b- 57a). Toda la historia del judaísmo pos-talmúdica es una militancia anticristiana. Es por ello que no se debe entender al cristianismo como "antisemitismo", como propone la hermenéutica católica posmoderna, sino a la inversa, al judaísmo como anticristianismo, como ya sostuvo Lutero en 1543 (ver nota 33). Por eso es que hoy todo ataque a la política del Estado de Israel, se convierte en una escisión trascendente, en una fractura teológica entre el crítico y lo criticado: se abre un foso insalvable entre un "nosotros" y un "ellos". El crítico se transforma así en "extranjero", en el sentido del Libro de Josué, lo que significa: en enemigo. La lectura que hoy hace el hiperjudaísmo del Antiguo Testamento no es una lectura tribal. En realidad es una lectura imperial acorde con el papel que aspira a jugar el Estado de Israel y una gran parte de la comunidad judío (norte)americana en la construcción de un nuevo orden mundial globalizado, con un cristianismo institucional que ya actúa como el hermano menor del judaísmo. 209