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La Falsificación de la Realidad
verdaderamente revolucionaria, ya que traza una frontera etno-social e histórica
infranqueable entre la raza de los humildes (descamisados) y la raza de los
oligarcas (poseedores): "Yo estaré... con Perón y con mi pueblo, para pelear
contra la oligarquía vendepatria y farsante, contra la raza maldita de los
explotadores y de los mercaderes de los pueblos. Dios es testigo de mi
sinceridad; y él sabe que me consume el amor por mi raza, que es el pueblo"
(27).
En un primer momento, las guerras raciales de liberación quedaron sepultadas
bajo la lápida de plomo del racionalismo, es decir, de la modernidad. Sus
principales actores se asumieron a sí mismos como "nacionalistas" y
"modernizadores".
Esta etapa ya está suficientemente estudiada, por lo menos en lo que respecta
al mundo árabe. Algunos dirigentes de esas revoluciones cometieron, a escala
de la política mundial, el mismo "pequeño" error -en otra escala, por supuesto-
que cometimos mis amigos y yo hace treinta años en los Andes peruanos:
mirábamos a los orgullosos sobrevivientes de una raza y de una civilización que
había sobrevivido a la implantación del mercado mundial blanco, como si
fueran meros campesinos. Mao Tse tung nos había "iluminado": en apariencia,
pero sólo en apariencia, había reemplazado "clase obrera" por "campesinos" en
el esquema racionalista del marxismo-leninismo. Pero en aquellos tiempos no
veíamos sino apariencias.
Mayorías y minorías. Oprimidos y Opresores.
Siempre se ha definido a la Argentina como a una "colonia blanca". Pero desde
el punto de vista antropológico Argentina es un Estado -en el sentido moderno
del concepto- pero aún no es una Nación, ya que consta de por lo menos dos
grupos étnicos que son fundamentalmente diferentes y difícilmente integrables,
excepto por mecanismos de dominación de uno sobre el otro. Los núcleos de
ambos grupos étnicos son inintegrables por su distinto origen, por su práctica
confesional cotidiana - aun dentro del catolicismo-, por su historia y su cultura,
pero sobre todo por su idiosincracia y sus concepciones políticas. El peronismo
había amortiguado esa diferenciación confrontativa, pero la contrarrevolución
blanca antiperonista volvió a abrir la brecha, en 1955.
Esas dos fracciones poblacionales, histórica y territorialmente enfrentadas, son
indudablemente dos etnias distintas, esto es, dos grupos que poseen una
historia, una cultura, un determinado territorio, vivencias religiosas, y
conciencia de su unidad y, sobre todo, de su diferenciación, no con un "otro"
(grupo étnico) convivencial, sino con su verdadero enemigo social, histórico,
territorial y racial.
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