La Falsificación de la Realidad La Falsificación de la Realidad | Page 145

Norberto Ceresole de todas las grandes producciones "culturales" (religiones) y, por lo tanto, el motor de todos los conflictos, es la raza. O, mejor, la voluntad de diferenciación que emerge de las fronteras inter-raciales e intra-raciales (inter-étnicas). Una persona puede ser, durante una parte de su vida, "proletaria" y, luego, "burguesa", o viceversa; puede ser también "burguesa" con ideología "proletaria", o viceversa, y al mismo tiempo profesar alguna religión oriental como el budismo, por ejemplo. Puede también disponer de dos o más nacionalidades. Cualquier persona puede ser, en un momento de su vida, de religión judía, luego convertirse al cristianismo y, finalmente, abrazar -incluso sinceramente- el Corán. Es asimismo imaginable que alguien pueda hacer todo eso junto en el transcurso de su vida. Lo único que una persona no puede hacer en la vida es cambiar su naturaleza racial. Puede integrarse a otra cultura, adoptar una nacionalidad y una religión distintas, pero no puede cambiar su naturaleza racial. Durante un tiempo cambia incluso su mentalidad, su "forma de pensar", pero lo que no puede cambiar es su naturaleza racial. Por lo tanto ninguna integración será, finalmente, posible. Serán ficciones más o menos aceptadas por ambas partes, pero la crisis estallará un día u otro. La crisis de los inmigrantes que hoy conmociona a gobiernos y sociedades en Europa Occidental y los Estados Unidos de América es, en definitiva, parte de una guerra racial, en la cual mexicanos y magrebíes cumplen la función de "proletariado externo", según el modelo de Toynbee. La naturaleza racial de las personas y, por lo tanto, de los pueblos, es lo único eterno, intransferible e inmodificable que existe en la historia. Es esa naturaleza la que crea culturas y economías específicas, y religiones en conflicto. Una raza no es, en nuestra definición, sólo un conjunto de personas que poseen rasgos físicos diferenciadores más o menos claros. Es sobre todo una forma de vida, una lengua, esto es, una relación armónica entre: rasgos físicos, entorno geográfico, creencia religiosa, cultura y posición relativa respecto de los centros decisionales de la economía global. Sólo cuando una raza considerada inferior por la raza-cultura dominante (blanca-cristiana a partir del descubrimiento de América) toma conciencia de sí, estará -a partir de ese momento- en capacidad de competir por la supervivencia, primero, y por la hegemonía, después. Esa toma de conciencia es la antesala de una revolución. Ese magno suceso hoy sólo se puede originar a partir de las grandes desigualdades raciales, culturales y económicas que genera la naturaleza global de las relaciones internacionales. Las revoluciones ya no son -ni podrán serlo jamás en un futuro previsible- cuestiones de "clase" dentro de una misma raza-cultura. La clase obrera inglesa-británica fue fiel a la corona en todas las coyunturas históricas: fue una auténtica clase étnica. Y la clase obrera alemana sólo dio -finalmente- su 145