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poner en tela de juicio el mar como escenario de guerra, por desgracia, una actividad bastante común en- tre seres humanos. La Guerra de Malvinas, por ejemplo, no es solo por reclamación territo- rial, también porque argentinos y británicos sabían de yacimientos de gas natural, petróleo y prospec- ciones estratégicas que aparecen como puerta de entrada del Estre- cho de Magallanes y el Océano Pa- cífico. En el caso de La Guerra del Pacífico, el dominio de los mares tenía que ver con quien controlaba la costa, pero en realidad lo que se peleaba tenía que ver con el terri- torio y no con el mar como fin. Respecto al conflicto limítrofe en- tre Perú, Bolivia y Chile ¿Qué ga- naron y perdieron, en materia ma- rítima e histórica, estos países? Respecto al caso del primero, que en resumidas cuentas no dejó con- tento a nadie, aunque el desencan- to fue mayor en Chile, tenía que ver con un tema económico de re- cursos pesqueros y minerales. Es- tos factores convierten al mar en una zona de disputa por el control de esos recursos. En el caso de Bolivia, y a diferencia de Perú, existe un diferendo que sí estaba zanjado. Tenemos el Pac- to de Tregua de 1884, así como el Tratado de 1904, que son precisos respecto al territorio que queda a disposición de nuestro país. Bolivia quiere negociar una entelequia ju- rídica que no se sostiene realmen- te. Negociar de buena fe es una obligación que ningún país tiene, además, implicaría que nosotros sí armemos negociaciones, pero que- demos en punto muerto. A Bolivia le interesa fundamental- mente el tema marítimo porque hay todo un resabio histórico que culpa al atraso de la república bo- liviana en la falta de mar, lo que es un absurdo, porque existen países mediterráneos que nunca han te- nido salida al mar y son ejemplos de desarrollo económico. Bolivia tuvo salida al mar durante 17 explora.cl/rmnorte un tiempo y no la explotó, tenien- do solamente dos ciudades: Calama, en el interior, y Antofagasta, como puerto de salida, donde para 1879 la mayor parte de la población bo- liviana era chilena reconocida por los censos bolivianos. Fue el impulso chileno el que desa- rrolló la industria en Antofagasta. Eso no quita que ese territorio no haya pertenecido al departamen- to del litoral boliviano, más allá de los diferendos, pero, producto de la Guerra del Pacífico, Bolivia pierde esa zona y se convierte en un terri- torio eminentemente mediterrá- neo, históricamente siempre lo ha sido. Bolivia reclama mar que esca- samente alguna vez dominó y que por otro lado perdió. ¿Y en materia económica? Es difícil tratar de sopesar que gana y pierde Perú después de la Guerra del Pacífico. Creo que no perdió tanto respecto al dominio del mar, quizás involucrarse en la guerra le llevó a una crisis política bastante grande de la que recién logra salir entrando al siglo XX. Por otro lado, la flota que tenía la pierde casi por completo. De ahí en adelante tiene una vocación marítima bastante clara, en la que logra explotar sus recursos bastant e bien. No así Bo- livia. Es difícil hacer historia de ficción respecto a lo que podría haber per- dido Bolivia. En mi opinión no pier- de mucho. Es un país que siempre ha mirado hacia el interior, a sus enormes recursos, tanto humanos, como minerales, que hicieron muy rica a la elite boliviana en la pri- mera parte del siglo XX. Al per- der el mar, Bolivia no perdió nada, simplemente encontró su verdade- ra vocación que era desarrollar el territorio que actualmente posee y efectivamente, debería ser a lo que debería dedicarse incluso después del probable triunfo de Chile en La Haya. ¿Existen motivos que pueden deto- nar nuevos conflictos vinculados a los océanos? Sí, graves y urgentes problemas que es necesario resolver. Existe un conflicto entre ciernes, entre Chi- na, Japón y Las Filipinas, por una serie de atolones y pequeñas rocas que se encuentran en el mar de China y Japón. Lo mismo ocurre en la zona entre Taiwán, Filipinas y Japón. Si bien parecen ser circunstancias lejanas, estamos hablando de países, especialmente en el caso de China y Japón, que concentran una buena parte de la producción de manu- factura y que llevan a cuestas, espe- cialmente el primero, la economía mundial. Pueden rebrotar conflictos sobre el control marítimo, indudablemente, sobre todo en países que no tienen bien demarcados sus límites. En ese sentido hay mucho trabajo por hacer todavía. Yo creo que las or- ganizaciones internacionales, como Las Naciones Unidas o diferendos limítrofes en instancias internacio- nales, como el Tribunal de La Haya, son buenos espacios para resolver estos problemas sin la necesidad de derramamiento de sangre o con- flictos bélicos. En el futuro se predice que ven- drán tiempos de escases, especial- mente en productos de primera necesidad, como el agua. Pero el agua del mar se puede remine- ralizar para volverla potable. Lo mismo va a pasar con los recursos pesqueros e incluso vegetales que se encuentran dentro del mar. Así los incluiremos en nuestra dieta, cuando otros sean limitados. Puede que esta situación se trans- forme en “una papa caliente” si no se trabaja con buena fe y ahínco en resolver estos problemas limítrofes. Ojalá que se actúe cuanto antes.