Ahora bien, cabe preguntarse sobre los
significados de meterse con la figura de
Bolívar en un país de mitos de libertad y
democracia que se esparcen por toda la
nación. Por qué Rosero se mete con
Bolívar. Con Bolívar y sus excesos,
Bolívar y sus equivocaciones, por qué
meterse con el Libertador en este país,
es casi tan grave como meterse con la
imagen de Cristo, con el mito de la
libertad; y es que los mitos están ahí
para eso, para ser consumidos a favor
de una ideología, cada bando lo define
como su marca registrada en favor de
sus principios, y para perpetuarlos en la
memoria, sin derecho a revisiones. Tan
común para este país y tan necesario
para entablar la imposición violenta. Y
por eso, precisamente, es tan valiosa la
obra de escritores como Rosero que se
pregunta por los mitos de la nación
poniendo como escenario a Pasto,
ciudad donde nacieron sus padres y
donde él se crió hasta adolescente y
muchas de las historias que narra en la
novela, él las oyó desde que era niño.
Invitando a la escritura a vivir desde
donde debería haber vivido desde
siempre, observando con la memoria
de su territorio.
La carroza de Bolívar representa un
llamado a reevaluar la historia oficial,
esa historia que la mayoría conoce, o
por lo menos dice conocer, porque
para Rosero, la historia oficial “es una
fábula de tontos y para tontos”.
Una evaluación a conciencia de los años
que vinieron después de la campaña
libertadora de esta nación de ficciones
entrelazadas entre muerte masiva nos
llevaría a preguntas sencillas que no
hemos querido hacer, como la
posibilidad de que las acciones
contadas por esta historia oficialista
sean solo la forma en que se quiso que
fueran contadas, o preguntarnos sobre
el porqué algunas regiones de nuestro
país se opusieron a la campaña de
Bolívar sin necesariamente estar de
parte de la corona, incluyendo
agrupaciones indígenas. Llegando por
supuesto a la gran pregunta de hasta
qué punto nuestra patria estuvo mal
direccionada desde su propia
emancipación de España.
Las bases para empezar a imaginar
realidades diferentes están por
supuesto en el detonante que nos ha
dejado Rosero, donde el llamado es
sobre todo a revisar nuestra memoria,
porque La carroza de Bolívar no es una
novela sobre la vida de Bolívar, aunque
ese sea el trasfondo; es sobre la
mentalidad de nosotros los
colombianos, que nos vamos a las
armas por un mal entendido, un
recuerdo mal contado, una hipótesis
mal fundamentada, una canción que no
va con nuestros gustos, un equipo que
gana o pierde. En esta novela es por
una carroza, en nuestras calles solo
queda encontrar el motivo, porque
hasta ahora parece ser que la violencia
es más una muestra de lo que somos y
no contra lo que luchamos.