¿Hacia dónde va el panorama
musical en España?
L
a semana pasada podía leer en una nota de prensa sobre el estado de la industria
cultural en España la siguiente noticia: La industria cultural en España presenta
una leve recuperación, según el anuario de la SGAE. Esta noticia, descontextua-
lizada, podría llevarnos a celebrar algo que muchos esperábamos desde hace años: que
la cultura dejase de ser una actividad económica deficitaria. Sin embargo, al pararme a
leer el cuerpo de la noticia un dato llamó especialmente mi atención. A esta recupera-
ción habían contribuido significativamente el aumento de popularidad de los festivales
por un lado y la música comprada a través de plataformas de streaming por el otro. Así
pues, esto me hizo preguntarme ¿hacia dónde va la música en España?
Las salas de conciertos siguen cerrando, eso es un hecho. Madrid, Barcelona, Bilbao,
Sevilla o Granada; ciudades que tradicionalmente acogían lo más granado del pano-
rama musical español cuentan ahora mismo con muchas menos salas que a comienzos
de la década pasada. Los conciertos en salas caen en picado, la compra de discos, en
cualquiera de sus formatos, es una actividad residual. A causa de esto último cierran
también las tiendas de discos, eslabones importantísimos en la creación de la movida
musical de cada zona. Si no se venden discos cierran los sellos, si cierran los sellos, en
fin, nadie graba discos. Y lo dicen los datos: mientras que el mercado físico cae en 81
millones de euros, una caída del 28% el digital hace lo contrario, sube un 25% Spotify
mediante.
Todos estos datos me asustan. ¿Hemos dejado de valorar la cultura como un bien
por el que pagar dinero? Sí que es cierto que los hábitos de consumo de música han
cambiado. La generación de nuestros padres se compraba un elepé y se sentaba a escu-
charlo varias veces la misma tarde. Nosotros, en cambio, nos ponemos los auriculares
mientras vamos a hacer la compra y escuchamos nuestra lista de reproducción favorita.
Mientras, no yéndonos tan lejos, antes se compraban entradas para ver grupos tocar en
garitos ahora vamos de festi y le servimos una buena guarnición de fotos para las redes
sociales. ¿Se habrá convertido la música en un objeto de consumo más? Parece que sí:
los macroconciertos han registrado un aumento de asistentes y del volumen de dinero
que han generado respecto al año anterior. En cambio si los excluimos de las cuentas
los conciertos caen hasta un 5%.
Es posible dibujar un esbozo de lo que es, a día de hoy, el panorama musical en Espa-
ña. Las bandas pequeñas que comienzan a tocar apenas pueden contar con bolos, no
hablemos ya de cobrar por los mismos. Grabarse un disco es una odisea, toca autopro-
ducirse para colgarlo en la red y que en la descarga, gratuita por supuesto, se incluya
algún atractivo. La tienda de discos de tu barrio, esa de abajo que siempre estaba
abierta con Siniestro Total sonando a todo trapo ha echado la llave. Si te quieres com-
prar un disco tendrás que ir a El Corte Inglés o la FNAC, como te guste una música un
poco diferente te las vas a ver canutas para conseguirlo.
¿La otra cara de la moneda? Las grandes discográficas atiborradas de éxito. Firmando
grupos que revientan escenarios principales de festivales de verano. Las plataformas de
streaming, aumentando año tras año sus ingresos mientras que reducen lo que pagan a
los artistas. Listas de Éxitos del verano, Lo mejor del Pop español, Música para entre-
nar…todo menos la esencia de todo este meollo: moverte, hurgar, disfrutar con cada
canción, descubrir por ti mismo y evolucionar. La cultura, vaya.
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