Identidades Numero 4, Diciembre 2014 | Page 91

me interesa la historia de otros que se parecen a mí fuera de Estados Unidos. Creo que todos compartimos historias similares. Nuestra lucha podrá ser diferente, pero es la misma lucha. La historia de la opresión se contado una y otra vez desde el punto de vista del opresor. Es hora de enorgullecer a nuestros ancestros y contar su historia, darles voz y ofrecer a nuestra comunidad la conciencia que necesita para ir desde la lucha hasta la victoria. Mientras los espíritus de mis ancestros se conmovían, me alegré mucho cuando supe que mis amigos cubanos volvían al AfricAméricas II en septiembre de 2014, con eventos en City of Asylum, La Roche College y Carnegie Mellon University. Fue grato reunirme con los estudiosos y activistas civiles Leonardo Calvo Cárdenas, Juan Antonio Madrazo, Juan Antonio Alvarado, Rafel Campoamor; conocer a Eleanor Calvo Martínez y Veizant Boloy González, así como a los artists David Escalona y Raudel Collazo. Pero fue triste saber que Manuel Cuesta Morúa no pudo hacer el viaje porque tenía restringida su libertad de movimiento.* Con el tema de “Somos la raíz del cambio,” el evento central fue un panel de discusión en La Roche College, amén de la exhibición fotográfica “Los niños invisibles de Cuba” y la película “La otra Cuba”. Discusiones y reflexiones Algunos de los puntos de discusión fueron la migración de áreas rurales a las ciudades y cómo se excluye socialmente a los afrodescendientes, sobre todo en cuanto a la vivienda. Me sorprendió oír que cuando la gente se mudaba de una comunidad a otra (por ejemplo, a un caserío o barrio de llega y pon) se les consideraba residentes ilegales, como indocumentados, y por serlo no pueden recibir ayuda del gobierno. Para mí, éste es otro ejemplo de vivir bajo un gobierno represivo. ¿Cómo puede un gobierno tratar a sus propios ciudadanos como ilegales? ¿Cómo es posible que marginalicen las necesidades de la gente? Se necesita acceso al agua limpia y potable, buena vivienda y empleo para mantener una familia. Hay ejemplos parecidos en la historia estadounidense, como el periodo en que el gobierno obligó a los indígenas a vivir en reservaciones y les quitaron hijos a sus padres para llevarlos a las ciudades con ánimo de que se asimilaran el estilo “americano” de vida. Era una manera de borrar su cultura, su identidad étnica, una táctica de control parecida a la empleada durante la institucionalización de la esclavitud: al ser traídos los africanos a Estados Unidos, quienes tenían poder destruían primero la unidad familiar-comunitaria, luego los nombres, religiones y lenguas. Hasta el día de hoy, aquella “limpieza cultural” surte un efecto perjudicial sobre la forma en que viven los negros, en cómo pensamos y nos tratamos, en cómo bregamos con nuestros opresores. Es algo que llamamos “mentalidad de esclavos” y sigue en vigor con fuerza. Durante una discusión se mencionó que el gobierno cubano estaba empezando a reconocer el racismo. Pero según la larga lista de cosas que se tienen que arreglar, es más que evidente que los activistas enfrentan un largo y difícil camino en su lucha por el cambio. No obstante, cada cual habló con convicción y determinación. No dudo en absoluto que cada poquito de progreso logrado ayuda a la población en general de manera que ni siquiera pueden imaginar. Son un reflejo del tema “somos la raíz del cambio”. Legarán su lucha a sus hijos para que continúen la batalla, como vemos en el equipo padre-hija de Leonardo Calvo Cárdenas y Eleanor Calvo Martínez. Ella vino por primera vez en 2014 y para mí fue muy significativo ver a una mujer como parte de la delegación cubana. Es admirable su dedicación a cambiar la política y la ociedad en Cuba. Además de ésta y otras discusiones, los artistas Raudel Collazo y David Escalona añadieron algo muy especial a AfricAméricas II. Estoy muy convencida de que los poetas y músicos están llamados a ser los griots y protectores de la historia de las comunidades, para compartirla y legarla a las generaciones más jóvenes, así como asegurar que el mundo sepa la verdad. Me sentí honrada al entrevistar a Raudel y David casi al final de su estancia en EE.UU. A estos hombres les llamo 91