Fig. 2a. Eduardo Abela (1928).
El triunfo de la Rumba. Pintura.
Óleo sobre tela
Fig. 2b. Wifredo Lam (1942).
La Jungla. Pintura.
Óleo sobre papel Craft
Fig. 2c. Roberto Diago (1952).
Elegguá regala los caminos. Pintura.
Óleo sobre tela
Los antecedentes iconográficos estuvieron localizados en ciertos discursos y poéticas de nacionalidad en el imaginario colectivo, con figuras y
hechos de la historia patria ligados a los niveles
de aspiración de ideales que no se habían concretado desde la lucha por la independencia.
En la poesía negrista, Ramón Guirao (1908-1949)
puso en circulación la poesía afro-antillana con
La bailadora de rumba (1928). Siguió Nicolás
Guillen (1902-1989) con Songoro Cosongo
(1930), que sugiere una nueva modalidad de castellano adulterado por la intercalación de expresiones africanas dentro de la fonética popular.
Alejo Carpentier (1904-1980) se ajusta a esa modalidad plasmando el dialecto de los ñáñigos en
su novela experimental Écue-Yamba-Ó (1933).
Los músicos Am FV