Identidades Numero 4, Diciembre 2014 | Page 73

Reflejos sobre el rap y Hip Hop cubano Shawn Alfonso Wells Profesora, Carnegie Mellon University, University of Pittsburgh Pittsburgh, Pensilvania, Estados Unidos C uando estuve en La Habana a fines de los noventa, me interesaba absorber cultura y, sobre todo, aprender a bailar salsa al estilo cubano. A pesar de mi interés, también me impactaron el rap y hip-hop estadounidense que se oía salir a todo volumen de las viviendas. Después de varios meses, por fin sentí que conocía la comunidad cuyos señuelos musicales flotaban en las calles. Después de las entrevistas de mi trabajo de campo, algunos amigos se juntaron en un pequeño apartamento en Centro Habana y empezaron a tocar rap y hip-hop. Los integrantes del pequeño grupo de afrocubanos tendrían unos 20 a 30 años y estaban ansiosos por mostrarme su colección de música: de Keith Sweat a R. Kelly, de Tupac a Biggie Smalls. Habían crecido en Cuba al mismo tiempo que emergía el rap en Estados Unidos y, como con el caso de muchas poblaciones de afrodescendientes en las Américas, estaban participando en un proceso de comunicación panafricana que desafiaba los límites culturales. La relación entre Cuba y Estados Unidos ha sido simbiótica en los intercambios culturales conscientes o inconscientes entre africanos diaspóricos. Durante el llamado Renacimiento de Harlem, poetas como el afrocubano Nicolás Guillén y el afroestadounidense Langston Hughes se influyeron mutuamente. En particular fueron elogiados por haber traído conscientemente los ritmos de África a su poesía y explorar sus sentimientos de dualidad en el escenario estadounidense. En ese momento estaban pasando por sus propias innovaciones estilos musicales como el son, la conga, la guaracha, la rumba, los blues