Reflejos
sobre el rap y Hip Hop
cubano
Shawn Alfonso Wells
Profesora, Carnegie Mellon University, University of Pittsburgh
Pittsburgh, Pensilvania, Estados Unidos
C
uando estuve en La Habana a fines de los
noventa, me interesaba absorber cultura y,
sobre todo, aprender a bailar salsa al estilo
cubano. A pesar de mi interés, también me impactaron el rap y hip-hop estadounidense que se oía
salir a todo volumen de las viviendas. Después de
varios meses, por fin sentí que conocía la comunidad cuyos señuelos musicales flotaban en las
calles.
Después de las entrevistas de mi trabajo de
campo, algunos amigos se juntaron en un pequeño apartamento en Centro Habana y empezaron a tocar rap y hip-hop. Los integrantes del
pequeño grupo de afrocubanos tendrían unos 20 a
30 años y estaban ansiosos por mostrarme su colección de música: de Keith Sweat a R. Kelly, de
Tupac a Biggie Smalls.
Habían crecido en Cuba al mismo tiempo que
emergía el rap en Estados Unidos y, como con el
caso de muchas poblaciones de afrodescendientes
en las Américas, estaban participando en un proceso de comunicación panafricana que desafiaba
los límites culturales.
La relación entre Cuba y Estados Unidos ha sido
simbiótica en los intercambios culturales conscientes o inconscientes entre africanos diaspóricos.
Durante el llamado Renacimiento de Harlem,
poetas como el afrocubano Nicolás Guillén y el
afroestadounidense Langston Hughes se influyeron mutuamente.
En particular fueron elogiados por haber traído
conscientemente los ritmos de África a su poesía
y explorar sus sentimientos de dualidad en el escenario estadounidense. En ese momento estaban
pasando por sus propias innovaciones estilos musicales como el son, la conga, la guaracha, la
rumba, los blues