plásticos creaban y debatían con frenesí en el taller de la Casa de la Cultura, el líder cristiano Oswaldo Payá presentaba el Proyecto Varela (2002)
y asechaba invisible la Primavera Negra (2003).
El naciente grupo multidisciplinario fue defendido por los mismos funcionarios que habían
visto extinguirse en sus predios a movimientos
como Arte Nativa, El Quijote y la masiva Peña
“La Bicicleta”, que en pleno Período Especial bullía con música, danza, literatura y llegó a montar
una feria de artesanía.
Se negaban a regresar a la mediocridad y al tedio.
Tras una década de intenso trabajo e increíble negociación con las instituciones, OMNI se fue ubicando en el blanco de la censura.
Tal vez porque los visitaba el poeta Orlando Luis
Pardo; tal vez porque Yoani Sánchez se interesó
en su trabajo; tal vez porque —efectivamente—
el performance planeado por una integrante del
grupo para el Día de los Derechos Humanos, en
medio del Festival Poesía sin Fin 2009, se convirtió en justificación perfecta para un golpe ya expedito.
Rotilla Festival venía avalado por un imponente
apoyo internacional. Una gira de conciertos de
música electrónica, costeada y filmada por un canal alemán, se convirtió en la película Dance
floor, caballero, presentada con éxito en los circuitos europeos.
Tenía aval incluso de la AHS y era de hecho el
acontecimiento alternativo más arrollador de la
Isla.
Quizás la estrategia para salir de un espacio cuya
posición inicial “no era directamente crítica o polémica, pero estaba demasiado abierto al movimiento underground de vanguardia”,6 fue tan
simple como para que, a la par que se prohibía al
estigmatizado OMNI se permitía a Los Aldeanos,
un dúo de rap cuyo contestatario discurso había
sido muy templado en Miami y llegó en Rotilla
2010 al punto más ácido, dando el pretexto ideal
para el ataque.
¿Pretexto casual o prefabricado?
Quién puede saberlo.
El presente
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La “desbandada” que disolvió a Paideia es la
reacción más recurrida tras el intento frustrado de
expansión no sólo en el movimiento alternativo,
sino en toda la población. El proyecto “La Torre
de Letras” existe todavía, pero al migrar el Instituto Cubano del Libro al edificio más alto de la
calle Obispo, se le asignó una exigua buhardilla
en el noveno piso, adonde se llega sin resuello
cuando no hay ascensor y en la que caben (muy
apretadas) unas veinte personas. La celebración
del aniversario de la “Torre” cada 6 de enero se
hace con el público desparramado por los pasillos
externos, desde donde es imposible ver ni escuchar las exposiciones.
Alamar, después de años de silencio, asistió a dos
intentos de renacimiento del Rap: un “Festival de
la Moña”, que hizo dos presentaciones con grandes fallas de organización, y un intermitente “Festival de Invierno”, con un elenco desbalanceado y
promoción casi nula. Poesía sin fin se hace a muy
baja escala en casas particulares y algunas han
sido asediadas con mítines de repudio. Los miembros de OMNIZONAFRANCA tienen prohibido
hacer espectáculos, no ya en sedes institucionales,
sino en espacios públicos. Sobre las razones de su
expulsión de la Casa de la Cultura se dispersaron
rumores de que colaboraban con la CIA, estaban
vinculados a las Damas de Blanco, practicaban
pornografía con niños en el espacio del taller y se
les han visto cambiando miles de dólares en las
casas de cambio. Cito de nuevo a Luis Eligio:
En tu opinión, ¿hay criterios diferentes para iniciar un proceso de censura contra un proyecto alternativo? Quiero decir, las razones por las que la
institución se apropió del Festival Rotilla, ¿son
las mismas que impulsaron la intervención del
festival de Rap, las mismas por las que a OMNI
le prohibieron hacer “Poesía sin Fin” en 2009?
Yo creo que todo esto tiene que ver con lo que
dio origen a los UMAP (Unidades Militares para
la Producción), y al llamado “Quinquenio Gris”,
que no ha cesado. Ha habido sólo aperturas aparentes. Es evidente que no hay una voluntad política de desarrollar la cultura, sino, no se
reprimiría. Si hubiera la idea de que la cultura es
vital para el desarrollo de Cuba, no habría toda