Identidades Numero 4, Diciembre 2014 | Page 121

dicha noción es una construcción propia, derivada del análisis de la realidad. Así, este concepto tiene una base más bien empírica, producto del actuar de diferentes jefes de Estado y de gobierno quienes en múltiples oportunidades, bajo el mágico efecto del ambiente caribeño, han debatido el tema de la paz en medio de engalanados cocteles, frescos atuendos, una que otra muestra folclórica y sonrisas que, además de cordialidad, transmiten un claro mensaje: “Lo que hagas de fronteras para adentro es problema tuyo y desde que no me afecte, viviremos en paz”. Este escenario parcialmente aislado de tensión por motivos de conveniencia, es sin duda alguna latinoamericano. Trazado su contexto, la Paz Tropical se define como “un estado de tranquilidad y buena relación entre los gobiernos de la comunidad política latinoamericana, que con un criterio basado en la permisividad por conveniencia, promueven una armonía regional que no es consecuente con su orden interno e ignoran el comportamiento de sus homólogos en el terreno local, siempre que el acercamiento genere beneficios recíprocos para las partes”. La noción comprende, por contagio político, a los países de América Latina que no están ubicados en la zona intertropical. Este concepto constituye el eje fundamental del presente artículo y sus elementos están involucrados en la dinámica de la relación entre Colombia y Cuba. Es así como resulta ineludible plantear la pregunta: ¿Qué habrá querido decir el presidente Santos con “No podemos ser indiferentes a un proceso de cambio al interior de Cuba”? Pues bien, su respuesta ha venido construyéndose a través de los últimos años y parece que este, así como muchos otros llamados a dejar de lado la indiferencia con la Isla, ha tenido eco en la comunidad internacional. En primera instancia, se podría pensar ingenuamente que Santos intentó inducir a sus colegas a que brindaran apoyo y formularan propuestas para que a nivel interno, Cuba avanzara en la ejecución de una reforma sustancial de su modelo político y económico. Sin embargo, como el principio de no intervención en los asuntos internos de los Estados es sagrado y tanto el oficialismo cubano como los demás gobiernos lo tienen muy claro, esta interpretación resulta un verdadero saludo a la bandera y se configura, por el contrario, lo que en realidad se debía esperar de tal solución a la indiferencia: un gobierno cubano encontrando espacios de participación dentro de la esfera internacional, reconocido por sus homólogos y triunfando una vez más sobre las “estrictas” cláusulas que, en el marco normativo de las organizaciones internacionales, obligan a los gobiernos al comportamiento democrático, que garantice las libertades civiles y políticas de sus ciudadanos. Que Cuba participe en encuentros internacionales como la Cumbre de las Américas, genera opiniones encontradas, especialmente entre los contradictores del régimen, pues por una parte reconocen la importancia de que la Isla esté presente en un evento que involucra a todos los países de América, con una considerable aceptación dentro de la comunidad internacional e incremento del optimismo por los enormes beneficios que esto le traería, tanto en materia política como económica. Por otro lado, no toleran que el gobierno oficialista adquiera legitimidad dentro del escenario internacional, sin que se tome en cuenta la constante violación de derechos humanos en la Isla. Así, la postura de un gran conglomerado se concreta de la siguiente manera: “Reconocimiento y apoyo internacional para Cuba sí, pero no así”. Entonces, ¿cuál vendría siendo ese verdadero proceso de cambio al interior de Cuba? Si de algo se debe tener certeza es que, a pesar de la permisividad de algunos gobiernos con el comportamiento del régimen oficialista cubano, aquellos no integrarían un país que no satisfaga de manera real sus intereses políticos y económicos. En esta lógica, debieron contemplar de manera previa una serie de reformas o, por lo menos, una intención de mejoría por el gobierno de Castro en los asuntos que les conciernen, para así avanzar en el proceso de integración. 121