Identidades Numero 4, Diciembre 2014 | Page 112

con ella y el resto del campo socialista. Décadas de una agricultura ineficiente, extensiva y de altos costos, terminaron de pronto sin que fuera posible, para tantos donantes, millonarios y cooperativistas mantener siquiera la producción de alimentos básicos, sacrificada en pos de la caña de azúcar. Las definiciones son frágiles, pero la ausencia de historia y arraigo las hace aún más débiles. ¿Por qué la insistencia del Estado castrista en desvincular al campesino del nombre que le identifica a través de la historia y del espacio geográfico, como denuncia Mavis Álvarez? Una de las causas de este encono, o cuando menos rechazo del término campesino, es la misma por la que se llama al empresario o comerciante cubano con el término marginal de cuentapropista. El campesino y el comerciante fueron siempre un problema para el socialismo estatista. Ambos trabajan de manera autónoma con el rigor de sus empresas y el conocimiento particular sobre aquello que les ocupa. Así son reacios a totalizaciones propias de las doctrinas. La calidad de la tierra puede variar la forma de cultivo de cualquier hortaliza; el deterioro del suelo, a través de los años, cambia las formas de cultivar en la misma región. Incluso la adaptación de la tecnología y del saber científico es también variable. Para lidiar con tantos parámetros se precisan personas que permanezcan en el lugar por décadas, que se responsabilicen con sus resultados y puedan pasar a sus descendientes el conocimiento adquirido, pero sobre todo que tengan autonomía. Nada de eso está dispuesto a garantizarlo el castrismo, al menos no como derecho, y privar a una persona de autonomía es una acción que se legitima cuando aparece un nombre que lleve implícita esa pérdida. De ahí que el campesino fuera convertido en cooperativista, Héroe Nacional del Trabajo o millonario. Al desmontarse todo el imaginario que lo contenía, vuelve a su casa para ser ubepecista, finquero o cuentapropista. Jamás campesino. El estatismo castrista se pudo dar cuenta rápidamente de la dificultad que ocasiona el trabajador 112 autónomo para sus maniobras totalizadoras. Si la Primera Ley de Reforma Agraria