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a Historia y las mujeres afroperuanas
La reflexión en torno al lugar
que ocupa la mujer afroperuana en su
país y su invisibilizada participación en
la construcción del sentimiento de
nación requiere transversalizar tres
variantes: género, sexualidad y etnicidad. La historia del Perú no muestra
todas las escenas históricas de la población africana, mucho menos con respecto a las mujeres. La historia de la población afrodescendiente se resume en el
capítulo “La esclavitud en el Perú”, que
tiene como máximo dos sesiones de dos
horas cada una en las escuelas. Las
primeras investigaciones en torno a la
población afroperuana abordaron temas
como la agricultura y la esclavitud, las
funciones y vida cotidiana de las perso-
nas esclavizadas en las haciendas de la
costa, así como las relaciones interétnicas, matrimonios, violencia entre los
amos y esclavizados, y sus condiciones
sociales. Estas investigaciones se atribuyen a Carlos Alberto Romero (1904),
Arturo Jiménez Borja (1939), Roberto
Mac-Lean y Estenós (1947, 1948) y
especialmente a Fernando Romero (de
1935 a 1994). En la década de 1980 que
inician las investigaciones sobre las
mujeres esclavas africanas con la pionera Christine Hünefeldt. Hacia 1528
comenzaron a llegar africanos en condición de esclavos, de los cuales un tercio
eran mujeres. El grueso procedía de la
Costa Occidental de África, en los
alrededores de los ríos de Guinea.
“Luego del establecimiento del Virreinato y debido a la notable caída demográfica de
la población indígena, se recurrió a la importación masiva de esclavos, sobre todo para
el trabajo agrícola de la costa, sin embargo una importante cantidad de ellos fue destinada al trabajo doméstico. Así en 1550, aproximadamente la mitad de las y los negros
llevados a Perú vivían en Lima.” 1
Esta convivencia implantada entre las
poblaciones india, española y africana
repercutió en el acelerado desarrollo y
crecimiento del mestizaje cultural y
racial para perpetuarse durante todo el
periodo colonial. La sociedad se estructuró en base al origen étnico. Para
Hünefeldt 2, la vida cotidiana de la
mujer esclava en la colonia transcurre
en tres ámbitos: el servicio doméstico,
como jornalera en la calle y residencia
en casa de sus amos, y como mujer
asalariada que vivía fuera de la casa de
sus amos. A fines del siglo XVIII, las
mujeres esclavas podían encontrarse en
actividades laborales fuera de la casa y
de la vigilancia de su amo, sujetas a
contribuir con una cantidad fija de su
jornal. Las mujeres esclavas podían
acceder a labores artesanales que mayoritariamente eran desarrolladas por
sujetos de las castas, libres o esclavos.
El trabajo jornal de la mujer esclava era
frecuente, pero menos remunerado que
en el caso del hombre, ya que desempeñaban por lo común labores domésticas.
Estas labores condujeron a que mulatas,
negras, zambas y otras, libres o esclavas, se vieran estrechamente vinculadas
a la convivencia cotidiana con sus amos
y no pocas veces hizo posible que engendraran descendencia. El ámbito
doméstico se prestaba también para
situaciones conflictivas, especialmente
en la relación ama-esclava por el componente sexual que implicaba la presencia de jóvenes esclavas en la casa de
familia. Según el discurso colonial, la
mujer de “casta” no tenía reparos para
cometer acciones vergonzantes y esto
contribuyó a la generalización de un
imaginario que asignaba a la mujer de
color una sexualidad sin restricciones,
asociada incluso con la inmoralidad.
Estas acciones deben ser vistas como
mecanismos que las mujeres de “castas”
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