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como seleccionar periódicamente los líderes del grupo de trabajo y celebrar varios meses después un foro en que los grupos de trabajo informaban sobre sus progresos. Un grupo de trabajo especial muy exitoso surgió de un experimento cívico sobre cuestiones de raza en Fort Myers (Florida) hacia 1997. Más de 600 personas participaron en el proyecto. En los diálogos en pequeños grupos, los participantes abordaron por qué un vecindario de familias con bajos ingresos no tenía tienda de comestibles y los residentes se veían obligados a comprar alimentos en tiendas de conveniencia. Se creó un grupo de trabajo en el foro de acción, que comenzó a trabajar con la ciudad y el condado, así como con una cadena de supermercados locales y una organización de desarrollo de pequeñas empresas para explorar la idea de una nueva tienda de comestibles. Varios miembros del grupo de trabajo tenían experiencia en los negocios y llevaron a cabo un estudio de mercado. Se redactó un plan de financiamiento y encontraron que la ciudad y el grupo de desarrollo de pequeñas empresas discutían ya cómo emplear fondos de la subvención para el desarrollo comunitario. Este grupo de trabajo ayudó a resolver el conflicto y promovió la idea del centro comercial como forma de proporcionar oportunidades de empleo y servicios básicos a ciudadanos de bajos ingresos. Dos años más tarde se levantó el Centro Comercial de Dunbar. A medida que proliferaron estos programas, los líderes locales advirtieron la importancia de la participación de los empleados públicos en las discusiones en grupos pequeños. Cuando los maestros, oficiales de policía, trabajadores sociales o planificadores de la ciudad estaban presentes en el salón, las ideas de soluciones desarrolladas por el grupo fueron por lo general más informadas y surtieron mayor efecto. Los foros de acción tenían más probabilidades de éxito porque estaban respaldados por relaciones públicas y ciudadanos más influyentes. Desafiar las presunciones sobre la raza La proliferación de estos procesos durante la década de 1990 y a principios de 2000 parecía ser un reto a tres presunciones fundamentales sobre la raza: 1- Los participantes cuestionaban la noción de que el racismo es sólo uno, como pecado individual fácilmente identificable: todos somos racistas, seamos o no racistas. Al observase más de cerca suele encontrarse que el racismo es como un espectro borroso de una serie de prejuicios individuales e institucionales que van tornando la noción cada vez más inexacta y perjudicial. La pregunta de Rodney King —¿No podemos llevarnos bien todos?— era motivo básico para la tolerancia, pero una vez que los ciudadanos comienzan a hablar sobre la raza acostumbran a ir mucho más lejos y abordar las cuestiones complejas del racismo institucional, así como las más simples formas de prejuicio. 2- Los participantes sopesaban la creencia de que hay que aprender a tolerar, compensar y, finalmente, pasar por alto las diferencias culturales. Los ciudadanos aprecian sus respectivas culturas y tradiciones, y quieren aferrarse a ellas. A medida que comienzan a reconocer cuán diversa son sus comunidades, reconocen también y a menudo que estas diferencias probablemente afectarán por siempre la manera en que las personas interactúan entre sí. La diversidad es tanto una fuerza como un reto: a