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Acerca de la identidad
espiritual
Ivonne C Lascaiba Hernández
La Habana, Cuba
L
a falta de identidad provoca que hoy
las cosas estén bien y mañana mal.
Así te vuelves inestable e inseguro.
Tenerla es saber quién eres, cuáles son tus
valores, hacia dónde quieres ir y entender
cuál es el propósito por el cual fuiste creado
y cuál la visión que Dios sembró dentro de
ti. Esa identidad va más allá de tu lengua,
raza o nación, porque proviene de Dios y
más tarde se manifestará en tu forma de
actuar. Cuando una persona está convencida
de esto, se siente con gozo y lo exterioriza,
pues lo lleva en su corazón, pero el adversario y la carnalidad no quieren que se evidencie para que continúes en la misma condición: preso, cautivo y esclavo. Para librar la
batalla debes luchar primero contra principados y potestades, contra los gobernadores
de las tinieblas de este siglo y contra huestes
espirituales de maldad que roban toda verdad y mantienen el engaño y la mentira.
Cuando no se tiene claro lo que realmente
vales como persona, entonces vas en busca
de cosas que al final no te satisfacen, porque
quizás tienes una autoestima muy baja y
empiezas a identificarte e incluso a llamarte
por el problema. Por ejemplo, soy la persona
más desdichada o más inútil, o bien el país
más pobre, con hambre y enfermedad. O por
mi color de piel soy desechado, discriminado. Esto va creando en tu espíritu una fuerza
y tu decir incorrecto determinará tu futuro.
Hay países que carecen de identidad y se
encuentran extremadamente pobres y totalmente en crisis por no seguir el diseño
divino de Dios; otros viven con buen desarrollo económico y enormes beneficios, pero
también carecen de identidad. Ni el status de
vida ni la raza dan identidad. Hoy el mundo
te valora por lo que tienes y no por lo que
eres, pero ningún hijo de Dios es un fracasado. Siempre tendrás la victoria, serás cabeza
y no cola, estarás por encima y nunca por
debajo, porque tu fe vencerá el mundo. No
existe arma forjada que prospere contra ti ni
lengua que te condene. Él nunca te abandonará y aunque pases por valle de sombra de
muerte siempre estará contigo; su vara y su
cayado te infundirán aliento y el bien y su
misericordia te acompañaran todos los días
de tu vida. Hay una buena noticia: no eres
un accidente, fuiste creado por Dios, que te
cuidó antes de que nacieras. Tu nacimiento
no fue un error ni infortunio, ni tu vida es
una casualidad de la naturaleza. Tus padres
no te planificaron: lo hizo Dios mucho antes
de que fueras concebido. Fuiste diseñado en
la mente de Dios, quien pensó en ti primero.
No fue por causa del destino, la casualidad o
la suerte; Dios diseñó cada característica de
tu cuerpo, eligió tu raza a propósito, el color
de tu piel, tu cabello, tu cuerpo hasta la
medida que quiso y también dispuso todos
los talentos naturales que posees, la singularidad de tu personalidad. Dios te conoce por
dentro y por fuera, cada hueso de tu cuerpo;
planificó tú lugar de nacimiento y donde
vivirías. Tu raza y nacionalidad no son
accidentales ni importa si tus padres fueran
buenos o malos, blancos, negros o mestizos.
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