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MC: ¿Qué sucedió después? TR: Vino una arquitecta de la comunidad y ordenó la demolición total. Unos funcionarios dijeron que nos iban a dar albergue rápidamente e incluso estuvieron dos trabajadoras del organismo Viviendas en Tránsito, quienes me hicieron firmar un papel. Nada pasó. Nunca nos ubicaron en ningún lugar. Mi hija y su esposo tuvieron que irse a vivir a casa de los padres de él y actualmente siguen allá. MC: ¿Ustedes consideran que fueron engañados? TR: Sí. Después de un mes, una de mis hijas fue al Consejo de Estado y entregó una carta explicando lo sucedido y de allí enviaron esa misma carta al departamento provincial de Vivienda de Tránsito. Sus funcionarios citaron a mis hijos para una reunión y tampoco resolvieron nuestro problema. MC: ¿Pudieron salvar los muebles? TR: Hubo que pagarles a los ejecutores de la demolición para que ayudaran a sacar los muebles. Los muy bandidos se robaron las losas de la cocina y otras pertenencias nuestras. MC: ¿Y el vecino que provocó el derrumbe? TR: A ese ni siquiera lo acusamos, porque un abogado nos recomendó no hacerlo, ya que tiene un hijo con problemas mentales y es un caso social. MC: ¿Averiguaron si podían construir de nuevo? TR: Nos dijeron que no se podía, pero el vecino arregló las columnas del portal y la azotea; con su cara muy dura solicitó un emplazamiento: quería nuestro espacio, después de todo. Perdió dos demandas legales y el caso no llegó al Tribunal Supremo, pues no procedía, según nuestra abogada, porque nosotros no teníamos vivienda aún. MC: Hace ya 4 años que ustedes están viviendo con su hija sin respuesta de Vivienda de Tránsito. ¿Han hecho nuevas gestiones? TR: Mi hijo ha ido todos estos años a hablar con la directora del organismo y esta ha prometido que, cuando se hagan construcciones para entregar a personas que viven por más de 20 años en albergues, avisaría para destinarnos a un albergue. Nos enteramos que han levantado este tipo de construcciones en el municipio Playa y otros más, pero no nos han avisado y así sigue pasando el tiempo. Corren rumores de que hay muchos sobornos y hasta venta de cuartos en albergues. Nuestro expediente fue engavetado y a nadie interesa nuestro caso. MC: ¿La casa demolida era de su propiedad? TR: Sí, ya era nuestra. Nos quedamos muy mal con todo y sin esperanza, después que nos costó tanto trabajo conseguir con tantos años de pago. Mi esposo hizo con sus propias manos una cisterna, pero figúrese, aquí los ministerios disponen. Él trabajó casi toda su vida en el Ministerio del Turismo, donde fue fundador y trabajador vanguardia, pero mandamos una carta y respondieron que no disponían de inmuebles. Sin embargo, a dos cuadras de casa de mi hija, aquí en Miramar, se entregó la casa de un pintor que falleció a un ex Ministro de Cultura. Entonces, dígame usted: ¿tienen o no viviendas? Nosotros ya no somos personas importantes para la sociedad; tenemos casi un pie en la tumba. La desidia frente a un caso como este constituye una injusticia en una sociedad que no es equitativa y donde no se respetan los derechos de ciudadanos de la tercera edad, que se supone han cumplido a escala familiar y social y les toca tener, al menos, una vejez segura. 132