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Luchadores en las calles
Rudicel Batista
Periodista independiente
Manzanillo, Provincia Granma, Cuba
E
l título nada tiene que ver con peleas
callejeras ni nada por el estilo, sino
con la batalla diaria de cubanos que,
ya sean adultos de la tercera edad, impedidos físicos o afrodescendientes, se denominan popularmente luchadores porque salen a
la calle a buscar dinero para subsistir en
estos tiempos, llenos de necesidades e incertidumbres económica. Por la calle Martí,
céntrica arteria de la ciudad de Manzanillo,
deambulan varios de estos personajes, que
están presentes en todo el país. Son incógnitos e ingeniosos comerciantes, ilegales ante
los ojos del gobierno, pero habituales los
cubanos de a pie, acostumbrados a comprar
en el mercado negro lo que la economía
estatalizada no puede ofrecer. Parece ilógico, pero así es Cuba. Te venden cualquier
cosa que pueda aportar mínima ganancia y
así poder comprar, al finalizar el día, un
plato de comida. Esa alimentación está lejos,
pero muy lejos, de lo que Dios manda.
Muchos luchadores ni siquiera tienen pensión por jubilación y quienes disfrutan de
ella están hundidos en la miseria, porque no
alcanza para nada. Por eso los jubilados
salen a las calles a ganarse la vida de la
mejor forma posible. Pasan todo el día frente
a los establecimientos estatales promocionando y vendiendo su mercancía, que va
desde bolsas de nylon hasta repuestos de
lapiceros, pasando por fideos, cuchillas de
afeitar, fósforos y cigarrillos. Ellos son
verdaderos comercios ambulantes, siempre
con el temor de que aparezcan los policías,
conocidos popularmente como casquitos,
quienes proceden sin vacilación a conducirlos a la estación, decomisar la mercancía,
despojarlos del dinero e imponerles severas
multas. Todo esto sucede en medio de maltratos y amenazas de llevarlos ante los tribunales. El cuerpo policial represivo opera en
bicicleta por toda la ciudad, a fin de facilitar
el trabajo y evitar que escapen estos vendedores furtivos. Es impresionante la fuerza de
voluntad, valentía y tesón con que estos
comerciantes clandestinos buscan sobrevivir
al acoso policial, la marginalidad y la discriminación, que les persigue adonde quiera
que vayan, ya sea por el color de la piel o
por el estatus social. Estos tiempos son muy
difíciles y la solvencia económica normal
presupone cambios que no acaban de llegar.
Cada mañana salen los luchadores hacia los
establecimientos comerciales con el firme
propósito de ganarse la vida sin dejarse
amedrentar. Porque al fin y al cabo se buscan la vida honradamente y el dinerito que a
duras penas consigue no da para otra cosa
que comer algo en esta sociedad plagada de
dificultades.
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