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sobrecogido terror que provocó en toda la nación. El segundo período militar Se inicia con la incapacidad física y mental de Fidel Castro para continuar de mandamás absoluto. Su hermano Raúl asume el poder rodeado de cinco herederos de parcelas políticas que, como el rey Lear, designara el primer Castro como testamento. Pero poco tiempo bastó para que se comprendiera que el nuevo capataz nacional no aceptaba ese diseño por poner en peligro latente toda la heredad. Una ambiciosa iniciativa en pos del poder real de dos de los sicofantas más jóvenes, Lage y Pérez, iniciaron toda una purga general de las organizaciones políticas de apoyo, destituyendo a muchos jóvenes civiles. Todo esto contó con el beneplácito y la ira tonante del líder en retiro5. Anulado silenciosamente el Plan B inicial de 5 herederos de apoyo, desechadas ya las posibilidades de expansión en “guerras internacionalistas” por escaso numerario, y pasado a retiro el caudillo ubicuo, el cuerpo armado se pronunció por dirigir del todo la gerencia y la economía de la isla. Comenzó controlando empresas recuperadoras de divisas, pero estaba claro que todo no iba a quedar ahí. Sabedor de lo grande que le quedaba el traje del primer Castro, el que todo lo que lo rodeara lo conformara a su imagen y semejanza, el segundo Castro sabiamente repartió aún más el poder económico, colocando en puestos claves a sus incondicionales de uniforme. Así, se alcanzó el nivel de expansión máximo del ejército sobre la población civil en la historia de Cuba. Y como casi todos los ejemplos continentales de ineptitud militar en la economía y los asuntos públicos, los resultados adversos en ambos se siguen acumulando sobre las espaldas populares. La disolución del Enemigo Pero la deriva de la historia, que siempre sorprende, ha traído al tapete la súbita normalización de relaciones con Estados Unidos y el inicio del desmontaje del embargo. Forzado por circunstancias inesperadas, se empieza esfumar demasiado rápidamente de la consciencia popular la constantemente reiterada imagen amenazadora del Enemigo. Ha sido sorprendente para los estamentos del poder. Con estupor comprueban que no ha calado casi nada más de medio siglo agitando al amansado pueblo contra el Imperialismo Yanqui. El entusiasmo y controversia que provoca en la población el advenimiento de unas nuevas relaciones con el enérgico vecino, listo para “asolarnos” con bienes y servicios tan deseados en esta paupérrima existencia, es a partir de ahora la quinta columna, el Enemigo interno que ahora enfrenta el extendido tejido militar en la nación. Temen que poco a poco la población comience a hacerse indiscretas preguntas: Si ya no tenemos el Enemigo, ¿para qué el desproporcionado gasto y número de unas desmesuradas fuerzas armadas?6 ¿Y esa la leva de decenas de miles de adolescentes cada año al Servicio Militar General…? ¿Y tantas unidades militares, provincias con todo un año de “preparación combativa, maniobras “¿Baraguá”, cientos de miles de reservistas alejados de sus familias y puestos laborales? ¿Centenares de miles de militares en activo o pensionados, con salarios, pensiones y privilegios desmesurados que paga la población? ¿Cuánto cuesta todo esto? ¿Y qué sentido tiene comenzar a llamar “agresión velada” una invasión que por todo el orbe se considera muy beneficiosa: la de cientos de miles o millones de turistas del inmenso Norte? 125