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Militarismo versus sociedad civil Armando Soler Hernández La Habana, Cuba L os fundamentos del militarismo isleño La supeditación de la sociedad civil cubana bajo la bota militar no es un fenómeno nuevo en la historia de la isla. Sus inicios son muy anteriores, desde el mismo fundamento del asentamiento colonial, cuando La Habana1 era un puesto estratégico español en la entrada del Golfo de México. En todo el tiempo que duró la autoridad peninsular sobre la isla, nada cambió esa ominoso sprit de corps, ni siquiera que la posesión llegara a ser la primera productora mundial del “oro blanco” de la época, el azúcar, y comenzara a transformarse en la más rica colonia que le quedaba a la Metrópoli. Desde ese momento, y pese a cubrir menos del 1% del territorio imperial ibérico en las Américas, el moribundo Imperio Español extraería de ella alrededor de una sexta parte de toda la riqueza que obtuvo del continente en cuatro siglos. Las guerras de independencia nacional del siglo XIX reforzaron la presencia militar en la población con un número inmenso de tropas coloniales, sus auxiliares criollos y numerosos combatientes por la liberación.2 De esta manera, el prolongado espíritu castrense que hasta entonces acompañara la ex colonia fue aún más reforzado por el recién concluido conflicto bélico. Su ominosa presencia quedó colgando como un pesado vaho sobre la realidad nacional, y lo peor, sobre el carácter civil de la naciente república, en muchas oportunidades intentando relegarla a un segundo plano. Durante los primeros 57 años de república, el resabio militarista heredado de las contiendas patrias se manifestó pesadamente en la política nacional con figuras de ex-generales-presidentes y con mayor impacto en exabruptos como golpes militares que a nombre de poner orden interrumpieron el orden civil del gobierno. Esto, sin dudas, dejó abierto un resquicio para la violencia armada que sobrevendría como verdadero “parto de los montes”. La militarización permanente Con el advenimiento del régimen castrista se entrona y consolida el modelo de sociedad militarizada. En esta primera etapa de liderazgo absoluto del caudillo guerrero, que con retraso histórico repetía un fenómeno continental, la autonomía propia de la sociedad civil desaparece del paisaje nacional. Se cumplía así una tenaz pretensión histórica de cómo gobernar al país, algo que siempre se impuso en la manigua mambisa, aunque no lograra prevalecer como a partir de 1959. Mas, pese a toda leyenda histórica para legitimar su permanente conformación y constante “perfeccionamiento”, declarándola heredera natural de guerras y situaciones históricas del 122