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humanidad no ha cambiado tanto. La
división es la visión que el gobierno
quiere dar de la oposición y es parte de
su estrategia para no reconocerla.
¿Te sientes realizado profesionalmente?
No, porque yo hubiera querido ser
historietista y estoy trabajando como
caricaturista e ilustrador. La historieta
en Cuba es como la Cenicienta, porque
es un arte concebido para países con
economía de mercado. Aquí no hay una
industria del comic y por eso no se
desarrolla; a duras penas sobrevive.
Mientras esas condiciones no cambien,
la única esperanza es insertar la historieta dentro de un proyecto alternativo con
suficiente poder para desarrollarse.
Yo creo que el problema del arte
alternativo no es tanto crear proyectos como sostenerlos.
Coincido contigo, porque a veces van
surgiendo dificultades dentro de los
mismos proyectos y colapsan. También
hay tanta carencia que quienes logran
insertarse no dan luz a nadie. Hay mucha insolidaridad y eso tiene que ver
con el “daño antropológico”, con la
ruptura en la formación del individuo en
Cuba. Antes de 1959 se difundían los
valores, por ejemplo, de la religión
cristiana, con el principio tan simple de
amar al prójimo. Ahora se quejan de
que los hijos no respetan a sus padres,
pero ¿qué puede pasar si el propio
gobierno enseña a no respetar el pensamiento diferente?
¿Confías en un futuro dentro de
Cuba, o eres de quienes han trazado
mentalmente su futuro fuera de aquí?
Quisiera imaginar que en Cuba va a
ocurrir un cambio muy positivo para
nosotros, los de abajo, pero no sabemos
si eso va a ocurrir ni cómo ni cuándo.
También quisiera viajar y conocer otras
realidades que quizás me ayuden a
entender un poco la mía. No he tenido
esa experiencia. Por otro lado, mi situa-
ción aquí es muy difícil. Mi casa está en
un edificio a dos cuadras de Malecón y
tiene 114 años. Se produjo un derrumbe
y tuvieron que rescatarnos con bomberos. Mi cuarto estaba en el peor estado,
pero nada más se cayó un alero encima
del pasillo. De lo contrario no estaría
haciendo el cuento. Es cierto que la
revolución dio casas a la gente, aunque
tenían que pagarlas. Mi familia recibió
esa vivienda en mal estado, según prueban los documentos, y pidió trasladarse
a otra en mejores condiciones o que el
Estado ayudara con recursos para restaurar. Nada concedieron y dejaron de
pagar. Solo cuando se pague esa deuda
se puede aprobar un subsidio para la
reparación capital del techo. Así que
estamos intentando reunir el dinero para
saldarla y ver cómo rescatamos esa
casa, que es donde nacimos y queremos
vivir.
Si pudieras cambiar algo de tu pasado, ¿qué cambiarías?
Me hubiera gustado nacer en un país
con derechos. Eso es todo. Nosotros
vemos a los extranjeros como dioses,
pero son simplemente personas que
vienen de países donde se respetan los
derechos ciudadanos. Tienen salarios
con que vivir, pueden cuestionar las
políticas del gobierno sin ser desacreditadas, así como viajar pagando con el
fruto de su trabajo. Yo hubiera querido
esa vida normal. Para extender mi
querer al presente, me gustaría que
Cuba fuera un país democrático, con
libertad de expresión, donde las personas no sean agredidas por pensar diferente y sean posibles el entendimiento y
el respeto.
Juan Carlos Briñas emigró hace unos
meses a Surinam, donde trabaja en el
servicio de habitaciones de un hotel y
está creando condiciones para empezar a pintar e ilustrar. Accedió a
responder estas preguntas por correo
electrónico.
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