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como artistas, que es en realidad como
los profesionales se sienten y quieren
verse: como verdaderos creadores de
arte. Solo que para conseguirlo no es
suficiente ponerse un par de tacones, un
vestido glamuroso y darse golpes en
medio del pecho.El arte no debe convertirse en mero entretenimiento, sino
desplegar el talento, pero la mayor parte
de los transformistas no posee talento,
sino coraje para pararse frente a un
público, ponerse un poco histérica y
doblar mal una canción de la época en
que Colón descubrió América. Hace un
año no voy a ver un show. Me aburrí de
lo mismo, porque noto que al público se
le da más bien un circo y muy pocas
veces la calidad está presente, pero hace
ya un par de semanas me sorprendieron,
en el conocido paquete semanal, los
primeros capítulos de un programa de
televisión en Chile: The Switch, El Arte
del Transformismo, un reality show de
carácter competitivo, que de alguna
manera sirve para cambiar el comportamiento y la percepción de los televidentes que no aceptan este tipo de
trabajo creativo. El programa abre sus
mentes y logra hacerles comprender
que, detrás de cada una de esas personas, hay un ser humano que siente y,
sobre todo, que necesita ser entendido y
aceptado como tal con sus diferencias.

Los transformistas imitan artistas, hacen
teatro, recrean escenas de películas,
deben saber maquillarse por sí mismos,
escogen sus propios vestuarios, cantan
con su propia voz y mejoran sus actitudes en el trascurso del programa. No
dejan de estar presente las rivalidades,
los venenos, las críticas a las menos
agraciadas o más frívolas, pero así y
todo es un programa divertido, que
entretiene y me lleva a darme cuenta de
lo mal que marchamos en Cuba. Nuestro transformismo tiene que contar con
nuestras muchas carencias, pero esto no
es obstáculo para darlo todo en un
escenario y conseguir lo que realmente
debe hacer un transformista: que se
respete como ser integral, porque no
todo el mundo tiene el don de serlo,
aunque hay mucha gente que se confunde y así mismo confunde a los demás
dando espectáculos sin calidad artística
que el público no merece. Y a fin de
cuentas se trabaja para el público.

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