IDENTIDADES 1 ESPAÑOL Febrero 2017 | Page 118

deshonrosa , parece mentira , después de aquel generoso dictado de la Asamblea del año 1813 ” ( p . 11 ). Valko repite la idea para comparar nuestro dizque glorioso precoz abolicionismo nada menos que con Estados Unidos : “ No olvidemos que en Argentina la esclavitud fue abolida por la Asamblea del Año XIII , mientras que el gran país del norte lo concreta recién en 1862 con Lincoln , a quien le costó una guerra civil de tres años y su propia vida ” ( p . 77 ). Dada la trama se ve en la necesidad de referirse , más adelante , al otro gran grupo no-blanco preexistente a la nación , que compartía con el indígena la desgracia de ser odiado por los grupos hegemónicos en el poder : el afroargentino del tronco colonial . Le dedica algunos párrafos entre las páginas 81 a 83 y comienza con una atinada reflexión : “ Ahora bien , los indios no están solos como objeto de racismo . En esta galería de ausencias , si prestamos la debida atención , nos encontramos con un segundo ausente . También el negro es una ausencia ” ( p . 81 ). Seguidamente se disculpa por la complejidad e importancia del tema para tratarlo de pasada y cae en uno de los lugares comunes más enquistados del discurso historicista de rancio entusiasmo pro europeo , al afirmar que , para los esclavizados , nuestro país fue “ un destino menos brutal que los lavaderos centroamericanos , las plantaciones de Caribe o los ingenios del Brasil ” ( p . 82 ). Este mito de la bonanza local es insostenible por tres motivos : es imposible graduar los actos genocidas ; el maltrato simbólico por prohibirse sus idiomas , religiones y prácticas culturales en general no fue menos real que el físico ; y aquel mito es fundamentalmente una certeza de escritorio , una especulación tendenciosa a favor de una historia blanca a la carta , ya que los historiadores nunca tuvieron en cuenta la memoria oral de los afroargentinos del tronco colonial contemporáneos para conocer su versión de la historia ( Cirio , 2010 ). Dado el avance teórico y metodológico de disciplinas como la historia oral , con más de medio siglo de labor , resulta aún más extraño continuar sosteniendo cuestiones que equivaldrían a afirmar , por ejemplo , que la Conquista del Desierto no fue tan destructiva , ya que los pueblos patagónicos originarios no tenían templos , palacios y pirámides monumentales susceptibles de ser derribados , así que el daño fue menor . Estos ejemplos , todos contemporáneos , hablan a las claras del alarmante desfasaje entre teoría y práctica , entre ética y reproducción de discursos permitidos consecuentes con trasnochados idearios de nación . Reitero que no estoy analizando autores del pasado desde parámetros actuales ( ejercicio de revisionismo impropio ) ni traigo a antojadiza colación investigadores periféricos , noveles , con publicaciones de poco alcance , ocasionales . Por el contrario , se trata de profesionales de primera línea , en carrera y de gran predicamento entre sus pares y el público en general .
2 . Una variante epistemológica desde América . A propósito del 12 de octubre ¿ Por qué , naturalmente , estando allá ellos y acá los americanos , debemos emplear términos geohistóricos como América precolombina y poscolombina , prehispánica o poshispánica , si los períodos culturales europeos se miden con otra vara ? Dado que la invasión europea a nuestro continente también modificó , profundamente y de una vez para siempre , al desde entonces denominado Viejo Mundo ( Todorov , 1997 ; Gruzinski , 2007 ), entonces resulta coherente y necesario referirnos a la Europa anterior y posterior a 1492 como Europa preamericana y Europa posamericana , respectivamente . Si
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