IAG EL SENDERO DE LA FELICIDAD EL SENDERO DE LA FELICIDAD | Page 61

- 61 - ANDAR CON REVERENCIA EN LA CASA DE DIOS El susto de Santiago Santiago no se sentó en la fila de adelante en la escuela sabática porque quiso, no, sino que había llegado tarde y no encontró otro lugar donde sentarse. ¡Cómo odiaba la primera fila! Imagínate la humillación de un muchacho de octavo grado, casi listo graduarse, tener que sentarse con un montón de muchachos de quinto grado. Sólo había una salida. El se sentó cerca de la mesa donde ponían las revistas para los menores. En un instante en que la maestra no estaba mirando, cogió una revista de encima de la pila y se dedicó a olvidar sus problemas y a disfrutar lo que leía. Ya había llegado casi a donde decía “sigue en la página 21 “, cuando la directora anunció: “Esta mañana tenemos una sorpresa para todos. El pastor Miguel León, quien ha sido misionero por muchos años, esta aquí para contar sus experiencias”. ¡Ah! Ah!, bostezó Santiago. La directora siguió: “Por favor, prestémosle la mayor atención”. El pastor contó un relato emocionante. El salón estaba tan en silencio que uno hubiera podido escuchar la caída de un alfiler, excepto por la voz del orador, y el sonido que hacía Santiago al volver las páginas. Sin que nada se lo advirtiera, de pronto, va no tenía el papel en las manos! En su lugar, estaba mirando la cara del orador. “Joven’’, estaba diciendo el misionero, ‘‘¿cómo es que usted está leyendo mientras yo estoy hablando? ¿No sabe que he viajado miles de kilómetros para hablar en su escuela sabática?’’ luego el orador siguió hablando y Santiago encontró el relato interesante y fascinante. —Cómo empezó el relato? —Preguntó al que le quedaba al lado. Pero Fred ni siquiera lo escuchó. Se volvió hacia Héctor al otro lado, “De qué se trata?” Héctor no respondió tampoco. Y en ese momento terminó el relato, y Nidia, Elisa y Enrique estaban rogando: “Por favor, pastor León, cuéntenos otro relato “No, muchachos, ya no tenemos tiempo”, dijo el pastor. “ Adiós! Entonces Santiago notó que el pastor León lo estaba mirando de nuevo. El misionero se dirigió rápidamente al montón de revistas sobre la mesa y las cogió todas. “joven”, le dijo, “usted quería leer estas revistas mientras yo estaba hablando. Ya terminé. Ahora puede leerlas todas”. El misionero puso el montón de revistas sobre las piernas de Santiago y salió. Santiago se levantó y las puso todas de nuevo sobre la mesa, pensando: “Esta será la última vez que lea en la escuela sabática”. [email protected]; [email protected]