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Y Jesús empezó este hábito de ser cortés desde que era niño. “Durante
su infancia, Jesús manifestó una disposición especialmente amable.
Sus manos voluntarias estaban siempre listas para servir a otros.
Revelaba una paciencia que nada podía perturbar” (El Deseado de
Todas las Gentes, pág. 49).
Jesús, “con fidelidad y alegría desempeñó su parte en llevar las cargas
de la familia”. (Ibíd., pág. 52).
Su vida se derramó en raudales de simpatía y ternura. Los ancianos,
los triste y lo apesadumbrados por el pecado, los niños que jugaban con
gozo inocente, los pequeños seres de los vergeles, las pacientes bestias
de carga, todos eran más felices a causa de su presencia” (Ibíd., pág.
54).
La Biblia cuenta que después del viaje a Jerusalén con motivo de la
pascua, él regresó a Nazaret con sus padres y “estaba sujeto a ellos”
(Lucas, 2:3 1). ¡Ya entonces era un jovencito! “Jesús no contendía por
sus derechos. Con frecuencia su trabajo resultaba innecesariamente
penoso porque era voluntario y no se quejaba. Sin embargo, no
desmayaba ni se desanimaba” (ibíd., pág. 68). ¡Cuánto le amamos por
haber sido tan cortes y obediente toda su vida!
Los pantalones largos de Juanita
Hacía mucho frío el día en que Juanita hubiera querido haber sido
cortes y obediente con sus padres.
Juanita fue a la escuela en la estación de bomberos.
Ella no era la encargada de sonar la sirena o tocar las campanas o usar
las mangueras para apagar el fuego.
1-había demasiados niños en el edificio de la escuela, así que la clase
de Juanita se había mudado a una habitación encima de la estación de
bomberos. Esa aula en la estación de bomberos era muy estricta.
Pero, aunque tenían todas las clases en la estación, los niños iban al
edificio de la escuela todos los días para almorzar. Una camioneta los
llevaba y los traía de regreso.
Al llegar el invierno, la mamá de Juanita le dijo:
“Cada vez que vayas al comedor, quiero que te pongas estos pantalones
largos por debajo” (Juanita vivía en un lugar donde caía nieve en el
invierno).
Ahora bien, los menores que son suficientemente grandes para ser
Conquistadores saben que siempre da buen resultado obedecer a
mamá. ¡Pero a veces hasta a los Conquistadores se les olvida!
En lugar de Juanita decir: “Gracias, mamá, por decirme lo que me
conviene hacer”, levantó la nariz y le dijo a la mamá algunas cosas que
te quedarías pasmado si las supieras.
Cuando llegó la hora de almorzar, ella dejó los pantalones en el
guardarropa y fue sin ellos.
Nada le pasó, tal como ella pensó. Y mamá no supo nada más. No hasta
ese momento.
Entonces llegó un día triste de febrero. Juanita misma me lo contó.
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