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- 45 - “Ah! ¿Sí?”, se dijo la señorita Camacho. Ella examinó pacientemente a Rosita. “No tienes nada”, le dijo. “Pero me siento mal”, se lamentó Rosita. “Hablaré con el director de la banda”, dijo la señorita Camacho. El director de la banda dijo: “Rosita tiene que cantar como solista. Ella debe ir”. Quejándose y llorando, Rosita subió al autobús. Se sentó en la parte de atrás, alimentando su tristeza y trazando unos planes. Ella no hizo muchos comentarios hasta que el autobús llegó cerca del pueblo donde se presentaría el primer programa. Entonces ella se lamentó con voz lastimera: “Mc siento tan enferma! Mc duele la garganta y quiero volver al colegio Uno de los miembros de la iglesia donde la banda iba a tocar la escuchó, y no sabiendo lo mentirosa que era, la llevó en su automóvil de regreso hasta el colegio esa noche 3OO kilómetros! Rosita se sentía contenta con ella misma. Su plan le había salido bien. Estaba de regreso en el colegio. Sólo le quedaba un problema. La señorita Camacho había dado órdenes de que cualquiera que dejara de ir a la escuela sabática tendría que quedarse en el dormitorio el sábado de noche. Rosita se vistió para ir al programa. Pero la señorita Camacho la vio por el pasillo. “Así que, mi muchachita que estaba tan enferma que tuvieron que traerla de regreso pudo levantarse esta mañana. ¡Oh, no! Las muchachas que están tan enfermas, deben quedarse en la casa. Vuelve a tu cuarto Todo ese día Rosita estuvo en cama, y también rodo el domingo. Ella tuvo que tomar una dosis de purgante y un montón de otras medicinas que sabían muy mal. “Si ella esta enferma”, me dijo la señorita Camacho, “yo decidí curarla”. Quizás tú te estés preguntando: ¿le bastó eso a Rosita? Yo también quisiera saber. Pero hay que tener cuidado al tratar a los mentirosos y a los que saben fingir. Rosita recibió lo que necesitaba ‘‘ nunca más volvió a fingir. Pero algunos jóvenes no tienen todas las maravillosas oportunidades que tienen los jóvenes adventistas. A algunos les han enseñado que es correcto engañar. Ellos han crecido creyendo que el mundo está contra ellos, y que la única forma de salir adelante es haciendo fraudes y siendo deshonestos. Algunos de estos desgraciados jóvenes terminan en un reformatorio o en la cárcel. Si alguna vez encuentras uno de ellos, tendrás que pedirle a Dios sabiduría y tacto para saber cómo tratarlos. Recuerda que es sólo por la gracia de Dios que puedes hacer tu parte honestamente; la gracia de Dios puede ayudar al peor de los jóvenes a cambiar su vida y hacer cosas honestas también. Quizás Dios quiera usarte para ayudarles a que se verifique en ellos este cambio maravilloso. ¿Sería fiel Felipe? [email protected]; [email protected]