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CUMPLIR CON LA PARTE QUE ME TOCA
La botella de duro trabajo
El carnicero sacudió la cabeza.
—Jaime, no olvides lo que te he dicho. Vas a fracasar si no lo haces.
El carnicero miró a su alrededor. El y Jaime estaban sentados en una
pequeña carnicería.
—Tú has puesto prácticamente todo lo que tienes en esta carnicería,
¿no es cierto? —preguntó.
—Sí, he puesto aquí todo el dinero que tengo
—dijo Jaime.
—Es la primera vez que tienes este tipo de negocio?
—Sí —dijo Jaime.
El hombre sonrió.
—Entonces, tienes mucho que aprender.
Jaime asintió.
—Probablemente sí.
El carnicero parecía inteligente.
—Por eso yo pensé decirte que lo más importante que necesitas saber es
cómo triunfar en el negocio.
—Gracias —dijo Jaime—, pero es contrario a mis principios regalar
botellas de licor para que el negocio triunfe y no voy a hacerlo.
—Haz lo que te parezca —siguió diciendo el carnicero—. Pero el anterior
dueño de esta carnicería le regalaba botellas de licor todas las semanas
al cocinero jefe del hotel. En recompensa, el cocinero compraba aquí
toda la carne. Si dejas de regalarle la botella de bebida, él dejará de
comprar la carne aquí y vas a fracasar.
Jaime era hijo de un pastor metodista. El estaba seguro de que una
botella de licor fuerte no sería tan importante para el éxito del negocio
como una “botella de duro trabajo”. El trabajaría para tener éxito.
El haría su parte honestamente. Nada de lo que hiciera. Estaría teñido
de mentiras o soborno.
El rehusó regalarle al cocinero del hotel botellas de bebida. Y fracasó en
su negocio, como le había advertido el carnicero.
Jaime se quedó sin un centavo. Aparentemente el carnicero tenía razón,
¿no es cierto?
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