IAG EL SENDERO DE LA FELICIDAD EL SENDERO DE LA FELICIDAD | Page 30

- 30 - Pero maría Slesso, aunque débil y enferma, no se iba a detener. Corrió hacia al selva. Las sombras de la noche la rodeaban, la noche oscurecía el sendero. Pero ella seguia corriendo. “Querido Dios”, oraba, “cierra las fauces de las bestias”. A la medianoche llego a una villa y le pidió a alguien que la acompañara el resto del camino, pero el jefe de la tribu fue descortés con ella y no estuvo listo a ayudarla. “una mujer no podía impedir la guerra entre las tribus”, dijo. María le replico: “Tu ves solo a una mujer. No olvides que se trata de una mujer de Dios y siguió andando a través de la selva y de la oscuridad, entre las bestias hambrientas. De pronto, escucho gritos airados y bailes y llego a una fiesta de guerreros listos para salir a la batalla. “¡Deténganse!”, grito. “Debemos sentarnos y hablar de estos problemas. ¡No debe haber mas muertos”!. Algunos de los salvajes se rieron. Otros eran más astutos. “Estas cansada”, le dijeron. Duerme aquí. Te despertaremos al canto del gallo y entonces hablaremos. Ella se durmió, y cuando se despertó, los hombres se habían ido ala batalla. Pero maría Slessor no iba a ser detenida. Ella corrio por el sendero detrás de los hombres, a través de corrientes de agua y por sobre las colinas y de pronto los encontró. Estaban danzando frenéticamente y haciendo girara lanzas y garrotes. “Se están portando como niños”, les dijo. “¡Dejen de baile y obedézcanme!” ¡Y le obedecieron! Allí ella los dejo y corrió hasta que encontró a los guerreros de las otras tribus alineados al otro lado del sendero. “Quiero saludarles”, dijo ella, sonriendo dulcemente al grupo de mirada feroz. Losa paganos la miraron llenos de ira, moviendo sus lanzas. Ella se rio y les dijo algunas bromas. Entonces uno de los guerreros se le acerco y se arrodillo ante ella. “¿Me recuerda?”, le pregunto. “Una vez fuiste a mi choza y me curaste. Tenemos que confesar que esta seria una pelea tonta y que remos que la impidas”. Esos hombres fuertes querían que esa mujercita enferma los ayudara a detener sus guerras. ¡Imagínate! Y ella lo hizo. Ella junto a los dos ejércitos y se mantuvo entre ellos mientras hablaban de todas sus dificultades. Finalmente se pusieron de acuerdo en quienes tenían la razón y ella se cercioro de que los culpables pagaran una multa, en lugar de matarse unos a otros. Esa fue una de las muchas batallas que Maria Slesser detuvo en esa selva de paganos. Poco después ella llego a ser muy conocida como la [email protected]; [email protected]