IAG EL SENDERO DE LA FELICIDAD EL SENDERO DE LA FELICIDAD | Page 26

- 26 - Si fuera correcto quebrantar la ley de Dios, no hubiera sido necesario que Jesús muriera. Guardar la ley de Dios exactamente de la manera que el ha dicho es la única forma me vivir. Sencillamente no existe ninguna otra forma de disfrutar la vida o en realidad de tener éxito, o de vivir eternamente. David pensaba que era divertido no obedecer las reglas de la escuela, hasta el día en que llego el nuevo maestro. “¡Un nuevo maestro!”, el se reía entre dientes, mirando al frente del aula una montaña. “¡Ahora si que me voy a divertir!” El señor Sánchez, el nuevo maestro, pidió a los niños que abrieran sus libros. Inmediatamente David le tiro algo a Horacio, y varios de los muchachos insistieron para que Horacio lo tirara de nuevo. “Por favor, tranquilícense”, dijo el señor Sánchez. “Trate de tranquilizarme”, dijo David. Casi se tapo la boca cuando lo dijo, pero n realidad, el esperaba que el maestro lo hubiera oído. Seria divertido ver que haría el maestro en este caso. -- ¿Dijiste “trate de tranquilizarme?” -- Si – dijo David. Los muchachos se rieron por lo bajito. -- Entonces, venga conmigo – dijo el señor Sánchez. El maestro no estaba enojado, ni siquiera un poquito, pero había algo en su voz que no sonaba a juego. David siguió al maestro por el pasillo hasta un cuartito que había en un extremo – -- Mejor es que no me pegue, si es lo que intenta -- dijo David. -- ¿Porque no? -- Me dan rabietas. -- Pues eso es exactamente lo que estoy intentando hacer -- dijo el señor Sánchez. -- Volveré a desobedecer -- advirtió David. -- No, no creo que lo harás – dijo el maestro --. Los muchachos a quienes les pego, no desobedecen otra vez. En ese momento el señor Sánchez se quito el cinto. --- Acuéstese sobre mis rodillas, jovencito. David se resistió. Pero no le valió de nada. -- Una cosa, antes de empezar, -- dijo el señor tranquilamente --. Si tú quieres coger una rabieta, puedes Cuando yo castigo a un muchacho, le permito determinar cintazos quiere. Tan pronto como prometas que te portaras dejo de pegar. Sánchez hacerlo. cuantos bien, yo ¡Y allá fue el cintazo! David se puso rígido. De nuevo el cintazo. David grito, pero no quiso prometer nada. Una vez más, el cinto golpeo en el mismo lugar, otra vez más. David se sentía tan adolorido que creía que [email protected]; [email protected]