Gorila de Odzala SEP 2012 | Page 5

Opinión

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Cualquier forma de vida sobre la tierra merece ser respetada por su singularidad, pero parece lógico que los seres humanos sintiéramos una especial simpatía por las formas más semejantes a la nuestra. Sin embargo, a juzgar por la ferocidad con la que estamos aniquilando a los gorilas, se diría que lo que estamos haciendo es castigarlos por ser tan descaradamente parecidos a nosotros. Así es que, una vez más, Naciones Unidas ha tenido que intervenir con carácter de urgencia y declarar 2009 el Año Internacional de los Gorilas, pero si nos quedamos sólo en las buenas intenciones, dentro de cinco años no quedará ni un solo ejemplar vivo.

Se parecen tanto a nosotros que su cerebro es casi idéntico al de los humanos. Incluso su ADN sólo se diferencia en un 2 por ciento al nuestro y el sistema inmune es tan semejante que podemos contraer las mismas enfermedades. Al igual que nosotros, cada gorila tiene huellas digitales únicas que lo identifican. La sangre es similar y hasta podríamos recibir una transfusión de uno de ellos. La afinidad no es solo biológica, también nos igualan los comportamientos y las emociones: la tristeza, la desesperación e incluso el humor. Los vínculos fraternales pueden durar toda su vida, unos 40 años promedio. Cuando un pequeño gorila queda huérfano, un familiar se hace cargo; asimismo cuando algún ejemplar sucumbe hay un rito de recogimiento que puede durar varios días en derredor del cuerpo muerto. La similitud es tan grande que muchos piensan que debieran tener los mismos derechos que las personas.

A pesar de su naturaleza tímida y tranquila, los gorilas son una de las especies más amenazadas en la naturaleza: padecen de la destrucción de su hábitat a través de la tala, la minería, producción de carbón de leña y la expansión de la agricultura, la caza furtiva y comercio de carne de animales silvestres, de los efectos de los conflictos armados y enfermedades como el ébola. Sus poblaciones han disminuido dramáticamente durante las últimas décadas, y actualmente sobreviven gracias a los programas internacionales de conservación.

Los gorilas son nuestros iguales. Tal como nosotros tienen conciencia de si mismos y comparten culturas, poseen herramientas, política y medicinas. Son capaces de aprender un lenguaje basado en señas y pueden sostener conversaciones con gente y entre ellos mismos pero lamentablemente, no los hemos tratado con el respeto que merecen. Por eso debemos abogar por los derechos básicos de los que, actualmente solo gozan los seres humanos: el derecho a la vida, a la libertad y a no ser maltratados ni física ni psicológicamente.