Golden Box Book Publishing Protegida por el Halcón | Page 23
recuerdo suyo que me hiciera echarle de menos, incluso aunque sea
mi único familiar vivo. Quizás debería haberle llamado pero con lo
estúpidamente cabezota que soy, no lo hice.
—Deberías llamarle alguna vez. Puede que haya cambiado, y sus
hijos se han hecho mayores. Puede que a ellos les apetezca conocerte
y estar en contacto.
—Lo pensaré.
Gitano, mi enorme San Bernardo, me levantó el ánimo cuando
irrumpió a través de la puerta para perros hecha por encargo para él.
Chocó contra mis piernas con tanta fuerza que casi me hace perder el
equilibrio.
—¡Ehhhhhh! —gemí antes de caer al suelo estrepitosamente de
espaldas—. ¡Gitano, eres como una excavadora!
El perro movió la cola feliz, me inmovilizó y me lamió toda la
cara. No pude escapar de su abrumadora demostración de amor dado
que era muy fuerte. Su rasposa lengua en mi cara me hacía sentir
como si me estuvieran exfoliando.
Mirci Cazarat, nuestra gata Main Coon, bufó a Gitano desde el
alfeizar de una ventana, con el pelo totalmente erizado. Gitano salió
trotando detrás de la gata, dándome tiempo a incorporarme, y le
obsequió también con un húmedo lametazo que casi la tira por la
ventana. Mirci le dio un zarpazo que le hizo saltar hacia atrás
emitiendo un ronco gruñido y aunque no vi sangre, las afiladas uñas
de la gata debieron arañarle un poco. Gitano se dio la vuelta y con un
enérgico coletazo, la lanzó volando contra el cubo de la basura. Ella
salió corriendo de la cocina como alma que lleva que el diablo.
—¡Si! —Escuché el grito apagado de Elza mientras, por el
rabillo del ojo, la veía bailar celebrando la victoria de Gitano. La
miré con indignación y ella rápidamente borró la sonrisa de su boca.
Elza nunca había compartido mi afición por los gatos y su espíritu
libre. Ella alimentaba a Mirci muy bien y se preocupaba en cuidarla,
pero Gitano era indudablemente su favorito.
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