Generando Arte. La Revista. Nº 3. Octubre 2015 | Page 33

Todos la odiaban, no gustaba a ninguno. Eramos amigos de Tanguy y ella se metió por medio cias es lógico preguntarse sobre una posible influencia mutua en su respectiva obra. Sí la hubo, pero limitada a una atracción por la representación de silenciosos espacios infinitos. Al margen de ello, Kay Sage , aunque admiradora incondicional de la obra de su marido, buscó su propio lenguaje pictórico a lo que no fue ajeno el deseo de huir de la etiqueta que la perseguía de “mujer de …” o “también pinta…”, etiqueta tan frecuente en las artistas, esposas o compañeras de artistas hombres.(En algunas galerías norteamericanas que poseen obra suya, en el catálogo, junto a su apellido añaden el de Tanguy, cosa que ella nunca hizo). Pero mientras Yves Tanguy triunfó y está considerado como uno de los más importantes protagonistas del movimiento surrealista, Kay Sage, a pesar de haber ejecutado una obra rigurosa que se distingue por un surrealismo abstracto muy personal , su nombre sigue sin aparecer en muchos de los textos sobre este movimiento. Mujer solitaria , fue desenvolviendo un sentimiento trágico y pesimista de la vida (ver su obra poética, de marcado acento nihilista- que proyectaría en unas composiciones donde el silencio y una soledad casi siniestra nos hablan de un futuro desprovisto de todo elemento humano. De embarcaderos sin salida; de espacios infinitos, donde unos no-objetos, como amenazadores monolitos de afilados contornos, esbozan formas humanas envueltas en telas drapeadas. Todo sugiere un mundo post apocalíptico. No es gratuito suponer, que tal vez la tragedia de la guerra y la bomba atómica puedan hallarse en el fondo de sus despojados paisajes oníricos. En todo caso, su obra fue considerada por la casi generalidad de la crítica norteamericana, como “no amable”, “de angustiosa pesadilla”, “poco cheer”. Después de quince años de matrimonio, en 1955, Yves Tanguy muere repentinamente una noche de una hemorragia cerebral. Tenía cincuenta y cinco años. La desesperación de Kay es total. Hundida, intentará suicidarse. Escribe poesía y sigue pintando, pero pronto empieza a tener dificultades de visión lo que no le impide continuar con su obra durante tres años más. En 1958, con motivo de una operación de cataratas cesará de pintar. En un intento de ayudarla, aconsejada por su amigo Pierre Matisse, inicia la tarea de realizar The passage – 1956 (abajo) 31