Arte participativo
L
a Posmodernidad ha traído consigo una
serie de cambios fundamentales en los
modos de vivir y, en consecuencia, en los
modos de hacer y acceder a la obra artística. Hemos heredado instituciones que dan un acceso a
la información de forma unidireccional y en una
relación de distancia entre el público receptor
y el objeto de información. Ésta es una cultura
“vista”, es decir, en la que es este sentido el que
interviene como principal. Mientras que hoy,
en parte, debido al gran desarrollo tecnológico,
a la mejora en las conexiones propiciadas por la
aparición de internet y la democratización del
transporte, el público busca otro tipo de aproximación a la obra de arte. Así se ha configurado
una corriente artística contemporánea que busca
el encuentro, la vivencia y la experimentación en
primera persona. Es un tipo de creación que invita a la comunidad en la que se sitúa, a participar
del proceso, así como del resultado final.
El hecho de posibilitar la comunicación directa,
al fin y al cabo el arte es una herramienta destinada a ponernos en relación, es la parte fundamental
de esta corriente artística. La ciudadanía pasa de
ser un mero espectador/espectadora pasivo a ser
el protagonista. La artista/el artista se convierte
en un primer motor generador de la acción. Pero
ya no hablamos de un arte colaborativo, en el
que aquellos que intervienen lo hacen sobre las
ideas preconcebidas de la cabeza del artista. Este
arte busca tener en cuenta la personalidad y cada
una de las aportaciones que pueden hacer a nivel
particular cada uno de los miembros que forman
cada una de las personas.
Es un tiempo, unido a la inevitable crisis, en el
que los artistas han visto disminuido el canal de
acceso al mercado del arte, debido a los recortes
que se han producido; especialmente en el sector
público. Este hecho, desde mi punto de vista, ha
supuesto un giro positivo en la creación, ya que
ha propiciado la búsqueda de nuevos canales. Así
como nos ha llevado a lo interdisciplinar, al deseo
de una vuelta a la colectividad, a vivir de algún
modo en comunidad de nuevo.
Destacaré el concepto de “prosumidor”,
término empleado en economía, pero que es
perfectamente aplicable a la idea de un consumo
responsable y activo. Es decir, nos encontramos
ante una persona que participa en el proceso de
aquello que consume.
Éste es el tipo de arte público necesario para
una determinada comunidad, en la que se
implica a personas de distintos rangos sociales y
de edad, permitiendo así la convivencia intergeneracional e interdisciplinar. Ésto se desarrolla
bajo la creencia en el valor de la persona como fin
individual, no como un medio, tal y como sucede
en una mentalidad de consumo capitalista en
una sociedad individualizada.
El deber del arte no es otro que el de servir de
herramienta de comunicación que nos permita
de un modo u otro cambiar el mundo. En el caso
del arte participativo existe una vertiente activista, que interviene directamente en la dimensión
política. Otra de las vertientes de esta forma de
hacer arte también se relaciona con un nivel más
local, en pequeña escala y modificando comunidades concretas.
En realidad he de decir que esta tendencia no es
un invento de la Posmodernidad, sino que se trata
de una vuelta a la plaza pública, una devolución del
arte a la posición que nunca debió abandonar, a ser
parte del pueblo. Me refiero a tradiciones culturales dentro del ámbito popular tal y como sucede
en el carnaval, donde la manifestación, con una
finalidad festiva, sin embargo comparte mucho
con los fines estéticos y artísticos de otras disciplinas. El carnaval es una representación de la que se
es participante, no espectador/espectadora. En los
años sesenta también se hacen experimentaciones
relativas a la participación colectiva en eventos
artísticos, tal y como ocurría en el happening. Me
estoy refiriendo a las experiencias que emprendieron artistas como A. Kaprow, Oldenburg o Lebel.
No olvidemos a artistas mujeres que han intervenido de manera transversal y activa este género
que se relaciona en una simbiosis entre el arte de
acción, la performance, el happening, y el actual
arte participativo como son: Yoko Ono, Marina
Abramovic o Marta Minujin.
No podemos dejar de atender la evolución que
ha experimentado el papel del espectador, desde la
quietud al movimiento, y su situación en el centro
de la obra. Hoy el espectador es artista.
Destacaré por último el trabajo que está realizando la artista italiana Marinella Senatore en
relación al arte participativo. Uno de sus últimos
proyectos, del que son testigo las imágenes que
acompañan a estas líneas, es Rosas. Se trata de una
ópera moderna trabajada en tres capítulos en tres
países distintos (Inglaterra, España y Alemania)
cuya finalidad es la experiencia colectiva y la creación de comunidad.
También recomiendo la lectura de los textos
de Claire Bishop, teórica de arte, especialmente
Artificial Hells: Participatory Art and the Politics
of Spectatorship, ya que arroja una luz bastante
certera sobre este tipo de corriente artística contemporánea.
Paloma Rodera Martínez
Las imágenes utilizadas pertenecen al proyecto ROSAS
de la artista italiana Marinella Senatore.
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