www.lamarea.com | marzo 2016
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Refugiados
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le doy el desayuno y nos vamos a dar un paseo. Cuando ella vuelve, me voy a Valencia a estudiar mi curso de electricidad”, relata.
En su tiempo libre investiga los vínculos familiares de su abuelo,
judío sefardí, para tratar de acceder al plan de concesión de nacionalidad a familiares de sefardíes aprobado por el Gobierno en
octubre. George asegura que no piensa en qué será de ellos cuando termine su estancia en el albergue. Pero ese momento llegará.
volvió a Siria con su familia, joyeros de
«Cuando llamamos a
profesión. Sólo un año después, estalló el
nuestro vecinos, su
conflicto. Y tuvieron que huir. “Nuestros
teléfono suena, pero no
pisos y nuestras tiendas se quedaron allí.
lo coge nadie», cuenta un
No sabemos qué ha sido de ellas. Cuando
llamamos a nuestros vecinos, su teléfosirio de 40 años
no suena y suena pero no lo coge nadie...”.
las ong denuncian que el
Su mujer y su hijo de cuatro años han
tardado un año en obtener la respuesta a
problema se agravará
su petición de asilo. Positiva. Jan explica
porque los estados
que no les fue sencillo conseguirlo. “Nos
no están dando una
pidieron que obtuviésemos un papel en
respuesta adecuada
Siria. Que lo llevásemos a la embajada de
España en Líbano… y claro, allí está todo
destruido y, además, si no tengo a nadie allí, ¿quién va a hacer
esto por mí?”. Aunque ella no trabaja, el buen nivel de español de
Jan y los contactos que mantuvo tras su primera estancia en España, le han ayudado a encontrar un empleo. Tres años después
de volver, con una vida ya tranquila lejos de la guerra, asegura
que, aunque el gobierno de Bachar el Asad era “quizá un poco rígido y algunos dicen que fue un dictador”, en el fondo lo echa de
menos porque recuerda que en aquel tiempo no había conflicto
y las minorías cristianas vivían tranquilas.
Tras escapar de las bombas, pese al tiempo que vive ya alejado de ellas, Jan no ha logrado superar la sensación de estar perseguido y dice sentir las miradas de las personas musulmanas
del barrio. Pese a todo, asegura, no quiere volver. “Ahora me es1. George Stifeev
toy pagando un pisito. Cuando mi hijo ve fotos suyas sentado
con su hijo en el
en su sillita de comer en Siria pregunta dónde estaba entonces.
centro de acogida
Yo le digo que en otra casa, lejos, en otro país. Y él pregunta que
en Cullera.
cuándo vamos a ir. Algún día le contaré todo esto, de momen2. Maya, Arthur,
to es muy pequeño. Va muy feliz al colegio, está integrado y ¡haGalina y Edgar
bla mejor español que nosotros!”, ríe Jan en el bar donde trabaja.
Abramian en su
Las organizaciones aseguran que los Estados no están popiso en Valencia.
niendo los suficientes recursos para hacer frente a un proble3. Sawsan Mustafá
ma que, auguran, se agravará por la respuesta política que están
y su marido Khaled
dando al conflicto. Durá de CEAR es contundente: “No es una
Nadjar en el centro
cuestión de caridad, ni de solidaridad, ni ayuda, es una cuestión
de acogida de
de justicia. De derechos que tienen las personas y deben ser gaCullera.
rantizados por los Estados. Estamos obligados a ello”. �
biel aliño
Un edificio discreto
El centro de acogida de Cullera, desde la calle, pasa completamente desapercibido. No es en nada diferente a un pequeño bloque de pisos con cuatro plantas. El edificio, modesto por dentro,
dispone de habitaciones para dos y tres personas en las que actualmente viven 45 refugiados. La planta baja del edificio acoge
el comedor, en el que las mesas están rotuladas con el apellido
de las diferentes familias que viven allí, que comen juntas si así
lo prefieren. En ocasiones, incluso, si alguno de los habitantes se
ofrece a cocinar un plato especial de su país de origen para todos, puede hacerlo en coordinación con el equipo de cocina. La
azotea, acristalada, ha sido convertida en una sala de juegos, de
estudio y de reunión con una larga mesa, una televisión y un ordenador. Todo está organizado para que su vida sea lo más normalizada posible desde el día en que llegan.
“Cuando acaban la estancia en el centro, CEAR les puede dar
una pequeña beca para terminar el curso y una ayuda para el
alquiler de vivienda”, explica Francisco Jiménez, director del albergue. Durante esta etapa, y mientras se resuelve su expediente de solicitud de asilo, las personas refugiadas suelen empadronarse en los municipios en los que viven y optar a los servicios
municipales. El 44% de las resoluciones de asilo en España en
2014 concedieron la tarjeta blanca como refugiado. “Si te lo deniegan, pasas a estar sujeto a la ley de extranjería con la que, en
el mejor de los casos, a los tres años, si tienes un contrato de un
año a jornada completa y cumples una serie de requisitos, podrías obtener permiso de trabajo y residencia”, detalla Durá.
Jan Casban, comerciante sirio de 40 años, trabaja como camarero en Valencia. Vino a España en 2001 y no tardó en encontrar trabajo en la hostelería. La bon