ESCUELA DE DESCODIFICACIÓN BIOLÓGICA ORIGINAL 2015 2016 Vol. 3 | Page 61

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Testimonio

Aun así, fueron años de bonanza económica y de zona de confort. Pero no desfallecí en mi intento y quise seguir demostrando mi valía, dirigiendo un documental que se estrenó en cines y posteriormente, se emitió en varias televisiones. Hasta que me di cuenta de que tenía que entablar amistad con cargos superiores para que reconocieran mi labor. Así que tuve la suerte (o la desgracia) de conocer a un alto directivo de la empresa. Tanto, que de él dependían las contrataciones, despidos y ascensos.

Al fin había llegado mi oportunidad. Me prometió el puesto de trabajo por el que yo tanto había luchado durante años, pero con una “gran” condición. Pretendía que hiciera de “espía” en la empresa para él. Que le hablara de la gente y de los rumores que se producían en la empresa para él saber a quíen castigar o premiar.

Pero el acuerdo no acababa ahí, porque me enfrenté en repetidas ocasiones a varias insinuaciones subidas de tono. Recuerdo aquella época con dolor y sufrimiento. Evitando el encuentro y bajo la amenaza constante del despido si no acataba sus ordenes. Aquello lo viví con muchísima impotencia, puesto que aquello no era el resultado que yo había deseado para mí. Además esta persona tenía conocidos en altas esferas sociales y políticas. Me sentía atrapada y amenazada. Lo viví como un hecho inesperado, sin solución, sin expresión y en soledad. Nunca acepté su propuesta y tuve que sacar todas mis artimañas para eludir sus deseos.

Por supuesto, mi familia, aún a día de hoy desconoce éste episodio y debo reconocer que en aquella época me faltaron los abrazos y el apoyo; cuyo órgano sin duda, con sentido biológico, es el codo. No voy a explicar cuáles fueron las causas de mi silencio, puesto que tendría que exponer cuestiones personales que no vienen al caso.

Finalmente, la justicia hizo acto de presencia. Este señor fue denunciado y juzgado por dos compañeras que sí sufrieron acoso sexual. Aquello me sacó instantáneamente de la ecuación, aunque tuve que asistir a varios juicios donde me sentí atacada y amenaza por la juez que buscaba sí o sí evidencia de abuso.

Varios meses después… el efecto dominó. Diagnostico: linfoma en la parte interna del codo izquierdo. Era el resultado de mi incapacidad y falta de rendimiento frente a tal grado de desvalorización vivido en silencio.

Aquello me llegó como un cubo de agua helada. Y nuevamente, salió a mi rescate mi fortaleza. Viví el conflicto de diagnóstico repitiéndome constantemente: YO NO ESTOY ENFERMA. ESTAÍS EQUIVOCADOS. Me rebelé nuevamente, y aquello me ayudó a superar todas las dificultades de la enfermedad.

Recuerdo la primera sesión de quimioterapia enchufada a un goteo incesante de bolsas de líquido. Llegué a contar hasta 12 goteros. Mi cuerpo empezaba a reaccionar. Tuve picores por todo el cuerpo y mucho agotamiento físico. Aquella noche soñé que mis glóbulos rojos luchaban como una fiera contra agentes invasivos externos. La quimioterapia surtía efecto. A los pocos días, mi pelo empezó a caer. Busqué rápidamente una peluquería oncológica en la ciudad. Allí me hicieron un molde de mi cabeza. A los pocos días ya tenía una prótesis capilar perfecta que me pegaron, sí pegaron, a mi cuero cabelludo. Al fin parecía otra vez normal.

Seguí haciendo mi vida con completa normalidad, apoyando a mi familia para que no se preocuparan por mi. Especialmente a mi madre que se derrumbó ante el hecho. Con el paso de las sesiones de quimioterapia, mi cuerpo cada vez se iba debilitando más, pero mi mente cada vez insistía con más fuerza: NO ESTAS ENFERMA. LOS MÉDICOS SE HAN EQUIVOCADO CONTIGO.

Todos mis órganos gritaban. Mi boca se llenaba de llagas, mis ojos se secaban, mi cabeza me dolía, mi estómago ardía, mi corazón padecía taquicardias, mis intestinos se negaban a evacuar con normalidad, mis menstruaciones y apetito sexual me abandonaron y mi piel se secaba.

Quiero agradecer a mi pareja el impecable acompañamiento que hizo a través de mi enfermedad. Siempre a mi lado. Incansable.

Pero gracias a mi resiliencia y perseverancia llegó el día en el que superé la enfermedad.

Solo lloré en una ocasión, cuando me quité la prótesis capilar y bajo la ducha, pude sentir cómo el agua bañaba mi cabeza. Fue una sensación maravillosa. Me sentí limpia y viva.

Todo aquello me enseñó lo liviana que podía ser la vida y perdí el miedo a la muerte. Cambié mi alimentación y me inicié en Macrobiótica para eliminar la retención de líquidos y bajar todos los quilos que