ESCUELA DE DESCODIFICACIÓN BIOLÓGICA ORIGINAL 2015 2016 Vol. 3 | Page 43

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Padres e Hijos

+La Percepción Emocional

Desde que un bebé es concebido y hasta dos años después de su nacimiento, su percepción es total y absolutamente emocional. ¿Qué significa esto? La Percepción Emocional es emoción, sentimiento puro.

Sin capacidad de razonar, analizar, contrastar la información y las experiencias que se atraviesan. La Percepción Emocional las transforma directamente en una vivencia emocional, gratificante o traumática. La Percepción Emocional no conoce el tiempo, ni utiliza la verbalización fonética, por el contrario es espacial (la inmediatez del aquí y ahora) e impactada directamente por las imágenes. Imágenes que supone tener en cuenta que cuando nos comunicamos con ellos, las palabras, el concepto de las mismas, supone una pequeña parte en la efectividad del mensaje. Lo importante será nuestro tono de voz, nuestros gestos, nuestras expresiones faciales.

A partir de los dos años de edad (época preverbal), se inicia lentamente el desarrollo de la Percepción Racional (la de las capacidades cognitivas de pensar, razonar, analizar, contrastar, etc.), que no prevalecerá sobre la Emocional hasta los doce o catorce años de edad.

Por lo tanto la Percepción Emocional es la referencia para entender la forma en que el bebé y niño procesa y vive las experiencias en su día a día. Esto implica, para los adultos, una necesidad de adaptación a esa Percepción, en la forma de relacionarlos con ellos, de tratarlos y de comunicarnos. Siempre teniendo en cuenta, en primer lugar, la Comunicación Emocional y el respeto a lo que sienten, a su Ser.

+En la Gestación

El bebé y su madre están en simbiosis total, lo cual no significa que el cerebro del bebé sea el de la madre, sino la existencia de dos cerebros separados, cada uno de ellos con su particular forma de percibir, siendo la del bebé básicamente una percepción subjetiva, abierta a todos los impactos emocionales -gratificantes y traumáticos-, especialmente a los provenientes de su madre, escribiendo en sus células, en su sistema nervioso, en su cuerpo todo, cuanto la madre lleva escrito y cuanto la madre va escribiendo durante la gestación.

Lo que siente la madre lo siente el bebé. Si la madre está feliz, su bebé también lo estará. Si está triste, lo mismo su bebé. Por eso, el gran objetivo, a lo largo de la gestación, es procurar el mejor estado emocional de la madre.

El bebé dentro de su madre posee una gran capacidad perceptiva (Percepción Emocional), que le permite captar y absorber cuanto piensa y siente su madre. También cuanto sucede en el entorno en donde ella se desenvuelve.

Canales de percepción del bebé intrauterino:

1. Los inherentes a los órganos de percepción que se van desarrollando a lo largo de la gestación: oído, tacto, gusto, olfato.

2. A través de la sangre materna que el bebé recibe mediante el cordón umbilical, por la que viajan hormonas, produciendo en el bebé las mismas reacciones que en la madre. Por ejemplo una de las hormonas del estrés, el cortisol, que en la madre produce aumento del ritmo cardíaco, de la presión arterial, tensión, ansiedad, etc. produce exactamente lo mismo en el bebé. O por el contrario las endorfinas, que en la madre producen tranquilidad, bienestar, paz, etc. y que actuarán de la misma manera en el bebé.

3. Percepción que permite al bebé conectar con lo que piensa, lo que siente, su madre. Canal denominado “Percepción Extrasensorial” porque está fuera de los canales de percepción que otorgan los órganos de los sentidos o la fisiología. También podríamos llamarlo, desde la visión de las diferentes energías que conforman el cuerpo humano “Percepción Energética”, ya que es capaz de percibir las energías de pensamientos y sentimientos de su madre e interactuar con ellos. Mucho ns aporta en este sentido la Física Cuántica.

4. El más sutil de los canales, el de la “Percepción Espiritual”, basado en las capacidades de autoconciencia e introspección interior del ser humano y en la visión transcendental de su existencia. El bebé, como Ser de Luz, en tránsito por la experiencia de la materia, en conexión con el Ser Interior de su madre. Un sentir más allá del tiempo y del espacio, expresado en el ahora.

Padres e Hijos

El bebé y el niño tienen unas características temperamentales particulares, marcadas por la herencia. Pero la construcción del carácter, su acabado final y su personalidad, dependerán principalmente de las experiencias que atraviese. El carácter va forjándose sobre el temperamento particular de cada uno, en la forma concreta y única en que vivencia y hace suyas esas experiencias. Por eso es tan importante considerar, en base a las diferencias de temperamento innatas, una forma diferente de comunicarse con cada bebé o niño. Una misma experiencia, unas palabras iguales o unos hechos similares, serán percibidos de manera muy distinta por unos u otros.

La experiencia y el inconsciente

La siguiente pregunta sería: ¿Desde cuándo un ser humano puede tener experiencias que influyan en su desarrollo psicológico? Ya no hay duda: desde el mismo momento de la concepción. A lo largo de la gestación, en el nacimiento y la primera infancia, son épocas en que el cerebro está en pleno desarrollo y construcción cerebral, por lo que es fácil deducir el impacto producido en él por las experiencias tempranas. Esas experiencias tempranas quedan grabadas en nuestro inconsciente.

La mente humana tiene dos grandes componentes, el consciente y el inconsciente (o subconsciente).

Podemos decir que yo no soy, ni mucho menos, sólo mi parte conocida y consciente, sino que, escondida a mi conciencia hay un enorme inconsciente, que es parte fundamental de mis procesos mentales.

Aparentemente, nuestro consciente es el que rige nuestros pensamientos, conductas y emociones. Como somos conscientes de todo ello, tenemos la ilusión de que somos dueños de todos nuestros actos y sentimientos. Pero no es así. En nuestro interior, en nuestro inconsciente, se encuentran las raíces de lo que finalmente percibimos en nosotros mismos, de forma consciente. Se encuentran las raíces de nuestra forma de ser, de cómo procesamos todo lo que percibimos y experimentamos, de nuestro sentir y de nuestra conducta. Aparte, por supuesto, del funcionamiento biológico de nuestro cuerpo. El inconsciente ejerce una invisible, pero profunda influencia, sobre las cosas que hacemos y cómo nos comportamos y sentimos. El subconsciente es un procesador de información un millón de veces más rápido que la mente consciente y utiliza entre el 95% y el 99 % del tiempo la información ya almacenada desde nuestra niñez como un referente. Es evidente que estamos ante un hecho fundamental para la comprensión de nuestra forma de ser y sentir.

El inconsciente escapa de nuestra conciencia y está compuesto por experiencias, emociones, sentimientos, etc. Experiencias vividas desde la gestación, en que las células, el sistema nervioso, el cerebro, van almacenando información sobre ellas. Experiencias y sus consecuentes percepciones, que afloran el resto de nuestra vida, a modo de programas grabados en ese inconsciente. Programas presentes en forma de impulsos, impresiones, pensamientos incontrolados y recuerdos reprimidos: activos e impulsivos. Estamos pues ante un hecho fundamental para la comprensión de nuestra forma de ser y sentir.

Formación (programación) del Inconsciente

Simplificando, podríamos decir que el cerebro es como un ordenador, cuyas piezas fundamentales son las neuronas y sus conexiones entre ellas, las sinapsis (formando las redes neuronales). Desde el momento de la concepción el cerebro empieza a construirse, creándose las neuronas, que al final de la gestación, a un ritmo de 250.000 por minuto, alcanzará el imponente número de alrededor de cien mil millones, muchas más de las que realmente necesita (más tarde se da un proceso de poda por el que las neuronas que no se utilizan, y las dendritas que no se conectan, se atrofian y mueren), Se inician las primeras conexiones entre ellas. Teniendo en cuenta que cada neurona puede llegar a conectarse con otras 50.000, podemos intuir la fantástica complejidad del cerebro. A lo largo de la gestación se inician la conexiones neuronales, pero es a partir el nacimiento y hasta los tres años de edad donde se disparan, hasta cifras estimadas de un cuatrillón de sinapsis. La estimación de este número disminuye con la edad, estabilizándose en la edad adulta. Las estimaciones varían para un adulto, que van de 100 a 500 trillones de sinapsis.

Desarrollo neuronal hasta los 3 años:

Funte: neuroentrenamiento.com.ar