ESCUELA DE DESCODIFICACIÓN BIOLÓGICA ORIGINAL 2015 2016 Vol. 3 | Page 42

42

Revista EDBO Descodificación Biológica Terapia & Salud

EL BEBÉ EMOCIONAL

EL FUTURO SE ESCRIBE AHORA

Desde el momento de la concepción y durante toda la infancia se van forjando todas las situaciones y experiencias que definen nuestra vida adulta, si aportamos en la infancia los recursos necesarios podremos darles una mejor oportunidad a los niños con los que nos relacionamos.

Enrique Blay Llauradó

Hay una conciencia general de que hay que cambiar los modelos relacionales con bebés y niños, de que los adultos tenemos que mejorar nuestros conocimientos y nuestra forma de contemplar la gestación, el nacimiento, la crianza y la educación. Además de la propia experiencia, intuición y sensibilidad, lo que ahora sabemos desde la evidencia científica, especialmente en los campos de la neurociencia y la psicología, nos obliga a ello. La gestación, nacimiento y primera infancia son las épocas más importantes y delicadas en la historia de cada ser humano.

Hoy podemos afirmar que en la historia de cada persona, los hechos acontecidos en su gestación, nacimiento y primera infancia, son más importantes para ella, que los que puedan sucederle el resto de su vida. En la gestación, nacimiento y primera infancia se encuentran las raíces de lo que de adultos nos gratifica, o por el contrario, nos altera, desarmoniza o enferma.

¿Cuándo se inicia el desarrollo psicológico en el ser humano?

En las últimas décadas se ha ido situando cada vez más atrás en el tiempo, el momento del inicio del desarrollo psicológico. Hasta hoy, en que tanto las investigaciones en neurología como en psicología, llevan a la conclusión de que el desarrollo psicológico se inicia desde el mismo momento de la concepción. Sobre una base genética, heredada de los padres, que supone una “tendencia” conductual específica a cada individuo y del desarrollo fisiológico particular en cada individuo, las experiencias vividas moldean el cerebro. El cerebro es influido directamente por las experiencias a causa de la denominada “plasticidad neuronal”, por la que directamente se modifican las estructuras cerebrales, dejando huellas profundas e imperecederas en su arquitectura.

En un momento en que, literalmente, el cerebro se está construyendo en sus cimientos -como es en la gestación, nacimiento y primera infancia-, es fácil deducir la importancia que tienen las experiencias tempranas en la formación del carácter y la personalidad.

Hasta ahora prevalecía la idea de que la genética era el factor determinante en el carácter de las personas. Este factor hereditario se consideraba la clave para entender las características y diferencias psicológicas en cada individuo. A la influencia de las experiencias se le reservaba un papel secundario y en todo caso, esa influencia dependía del carácter de la persona, basado en su legado genético. En la polémica entre herencia y ambiente, se fue haciendo cada vez más patente la fuerza de las experiencias, pasando la herencia a ser considerada una tendencia, una base, sobre la que las viviencias particulares de cada persona, eran decisivas a la hora de construir la forma de ser característica y definitoria de cada individuo. Hoy sabemos que, salvo factores genéticos que dan lugar a malformaciones en la fisiología del sistema nervioso (que limitan las capacidades mentales y/o físicas), la influencia de la herencia es una tendencia o predisposición a un perfil psicológico concreto, igual que lo es para algunas patologías psicológicas (como por ejemplo, esquizofrenia, trastorno bipolar o depresión). Esta constitución heredada, estos esquemas biológicos predeterminados, es lo que llamamos “temperamento”.