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MEMORIAS TRANSGENERACIONALES

El hijo de reemplazo

por Ángeles Wolder Helling

La naturaleza tiene previsto que las personas nazcan, se desarrollen y lleguen hasta el momento en que pueden transmitir la vida y así, la humanidad se asegura su existencia. Los padres nos regalan la vida y los hijos la hacemos prosperar.

Este sería el proceso natural que permite una transmisión tranquila. Es lo que se dice: lo esperado. La previsión es que será así de generación en generación pero no siempre puede seguir este camino porque puede verse truncado de manera que la ruptura del equilibrio está asegurada.

En una familia pueden producirse pérdidas dolorosas alrededor del instante perinatal: aborto espontaneo o terapéutico (etapa fetal), mortinato (etapa final del embarazo), muerte durante el parto o al nacer, muerte súbita, muerte de niños en la infancia o en la adolescencia, e incluso en la juventud.

Las causas de las desapariciones pueden ser muchas dejando en los padres y sus familias una herida muy dolorosa con un recuerdo sumamente traumático difícil de asumir que genera un estrés en el sistema familiar que queda guardado en el inconsciente personal y familiar.

Todo estrés acumulado de una situación traumática busca naturalmente una salida, una evacuación mientras que, por el contrario, a nivel personal, familiar y social se intenta ocultar el dolor como si nada hubiera pasado, en un intento desesperado de olvidar lo que ha ocurrido.

De esta forma es muy difícil elaborar el duelo y sobretodo reinvertir en la vida. Son dos fuerzas en lucha en el interior de la persona y de su sistema que buscan cada una imponerse mientras que una tercera fuerza aparece, la de la biología que solicita a ambos padres poder reemplazar mediante otro hijo a aquel que se ha perdido. Así es como se genera consciente e inconscientemente un hijo de sustitución que viene al mundo con la petición de tomar el lugar de un bebe o niño fallecido mientras que sus padres no han conseguido elaborar el duelo ya que el tiempo que ha pasado entre la muerte de uno y la concepción del otro no es suficiente para poder hacerlo.

Un hijo de reemplazo es un hijo que viene a ocupar un lugar vacío de dolor insoportable con la misión de calmar el drama y estrés de la familia. Una de las consecuencias es que los padres ven en el hijo vivo al hijo que ha muerto como si fuera una reedición de lo que no pudo llegar a ser. Así es como suelen ponerle el mismo nombre del niño muerto como si sólo hubiera existido un paréntesis temporal y

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