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QUINTO:

Historia de una muerte esperada

Un joven llamado David Allenos que nació en 1.860 en el barrio de Barracas, trabajó entre los años 1.874 y 1.910 como cuidador del Cementerio de la Recoleta. Dicen que ahorró mucho para comprarse una parcela allí. Viajó hasta Italia, donde le hizo la estatua el artista genovés Canessa.

Cuenta la historia que una vez que también el bajorrelieve en mármol de Carrara estuvo terminado, volvió a Argentina y se quitó la vida. La ansiedad pudo más: Quiso ser sepultado en el lugar que lo obsesionó siempre.

Esta historia comenzó en el año 1.874, el día que David comenzó a trabajar como cuidador del cementerio. Desde chico lo frecuentaba porque sus hermanos mayores trabajaban allí, eran serenos. Cuando le llegó el momento de los pantalones largos consiguió su sueño de ser empleado ahí

Desde chico lo frecuentaba porque sus hermanos mayores trabajaban allí, eran serenos. Cuando le llegó el momento de los pantalones largos consiguió su sueño de ser empleado ahí.

Trabaja mucho: cuidaba las bóvedas, limpiaba ataúdes, barría con su escobillón el suelo, juntaba las hojas secas, sacaba las flores marchitas y ponía otras frescas. Hacía todos los días lo mismo, iba de aquí para allá con las herramientas y su enorme manojo de llaves que anunciaban en qué lugar se encontraba. Era la música con la que David llenaba aquel lugar tan frío y solitario y con la que trataba de olvidar a la pobre gente que veía, enterrando a sus familiares con tanto dolor. Muchas veces eso lo angustiaba tanto que le quitaba las ganas de vivir. A pesar de todo, aquel sitio le gustaba. Anhelaba estar alguna vez con los famosos, los millonarios, la gente importante que quedó en la historia y descansaba allí pero su trabajo no era tan especial como ser juez o presidente, su trabajo solo era limpiar, cargando la escoba, el plumero y las llaves… las musicales llaves.

Su sueño era tener su propia bóveda y ahorraba todo lo que ganaba para comprar la parcela. Vivía con esa idea dando vueltas por su mente y fue muy feliz cuando pudo ser dueño del pedazo de tierra más pequeño del cementerio.

Sorpresivamente su hermano mayor heredó mucho dinero y lo repartió. David se encontró de golpe con una pequeña fortuna en su poder y casi sin pensarlo sacó un pasaje en un vapor con destino a Génova. Una vez allá, a un renombrado escultor le pidió que en base a una foto suya en la que aparecía con el plumero y las demás herramientas de trabajo, le hiciera una estatua de tamaño real. Una vez de vuelta, gastó su último dinero para construir la bóveda. Una noche cuando ya todo estuvo listo no tuvo consideración por su vida y se suicidó. A la mañana siguiente lo encontraron tirado allí, en su bóveda, su lugar, en el que quedó para siempre.

Aún hoy hay quienes dicen que por las noches se escucha una extraña melodía…la melodía de las llaves de David.