Revista EntreClases Mayo 2018 | Page 86

-No. Es solo que no me voy a casar contigo, ni con ningún hombre. No puedo. Quiero ser libre, no quiero estar atada a nadie. Quiero conseguir las cosas por mi misma sin ayuda de nadie.

-Pero Sofía, yo no quiero que seas como todas las demás mujeres casadas, que se encierran en casa y viven por y para las familias. Quiero casarme contigo porque se que te haré feliz.

-Carlos, basta. Llévame de vuelta al pueblo, por favor. Creo que va a empezar a llover.

Me enfadé. Me enfadé tanto que solo quería perderla de vista. Quería que se fuera del pueblo, que no volviera.

Quería borrar de mi mente todo lo que me había imaginado en esa semana de abril.

Cuando tan solo faltaban cinco kilómetros para llegar al pueblo, Sofía me habló en un tono conciliador que yo no estaba dispuesto a aceptar:

-Carlos, no te enfades. Entiéndeme, por favor. No te estoy diciendo que no podamos estar juntos. Podemos y me encantaría, pero no me pidas que me case contigo. No puedo. Soy un espíritu libre que no quiere ser encadenado a otra persona.- al escuchar estas palabras, mi ira se descontroló y comenzó una tormenta propia de este mes que me dejaba muy poca posibilidad de visión en la carretera:

-¿¡Qué te entienda!?. Entiéndeme tú a mí. ¿¡Qué piensas que es esto!?, los Estados Unidos o Francia. Esto es España y sabes de sobra que las relaciones entre personas de sexos opuestos no son bien vistas, a no ser que estén casados. Al rechazar mi propuesta de matrimonio estas renunciando a mí. ¡Me estás rechazando Sofía y eso no lo puedes negar!

-Por favor Carlos, no digas eso. Sabes que te quiero. Que te amo, pero no me pidas que me case contigo.- la lluvia cada vez era más intensa y mi ira hizo que apartara la vista de la carretera para poder hablarle a la cara:

-¡No, no y no!. Si lo que pretendes es que nos vayamos al extranjero a vivir, ahora soy yo el que dice que no puede. Mi vida está aquí, mi futuro está aquí. Le debo mucho a mi tío y soy el futuro del marquesado. Por si no lo as visto no tiene hijos, no puede. Es estéril. Solo me tiene a mí, Sofía. Solo a mí. Así que, al igual que tú me pides que no me pida casarte conmigo, tú no me pidas marcharme del pueblo, porque no lo haré.

Cuando quise volver a mirar a la carretera, ya era demasiado tarde. Me salí de camino y choqué contra un árbol a la entrada del pueblo. No recuerdo nada. Solo oscuridad y frío. Mucho frío.

Desperté a los tres días en un hospital, con Lolo al lado mío. Me había roto la tibia de la pierna izquierda y la pierna derecha completa. Lolo me vio despertar y avisó a las enfermeras: