Revista EntreClases Febrero 2018 | Page 67

Él se salvó gracias a que los soldados pensaron que al tener solo trece años, no sería capaz de controlar ese don. Pero ocurría todo lo contrario. Al ser más pequeño, menos control pero más potencia en su poder. Consiguió salir de allí. Siendo el último de los Weinmann con vida.

Él sabía que no estaría a salvo aquí, así que cuando mi hija y él se casaron decidieron irse a vivir a Inglaterra. Pero les encontraron, los asesinaron”.

Al terminar, el señor Schäfer contenía la rabia y la tristeza de un hombre que ha perdido a su hija. Le di las gracias por haber puesto tanta confianza en mí y me dispuse a marchar.

Cuando está a punto de cruzar el umbral de la puerta, el señor Schäfer me llamó:

“Katherin, gracias por todo. No lo olvidaré y tampoco lo hará Tamara”.

El señor Schäfer me entregó una cadena con una campanilla.

Regresé a casa totalmente desconcertada. Todavía hoy lo estoy. Han pasado veinte años sin saber nada de ellos, pero hay algo en mí me dice que están bien.

Dieron las doce del mediodía, como otros tantos días. Los alumnos salieron corriendo. Es viernes. Salí y cerré la puerta de la escuela. Al volverme vi a una mujer de unos veinte años, y mi campanilla comenzó a sonar. Se acercó a mí y me dijo:

-¿Katherin Bullgrey? Mi nombre es Tamara Weinmann-.

A cada persona, el sonido de las campanas le trae un sentimiento, ya sea de tristeza, alegría, deber, etc.; o ninguno. Para muchos, el sonido de la campanas solo es metal golpeado y dando una nota en la escala musical. Para mí ese golpeo me trae el recuerdo de Tamara Weinmann. La niña que controla el tiempo.

Claudia Saquete Ardila (4ºESO)

Claudia Saquete (4º ESO)