Revista EntreClases Febrero 2018 | Page 17

Poco a poco fui haciendo amigos, saliendo más, cogiendo confianza con mi familia.

Y así llegó un día en el que me di cuenta de que por primera vez en mucho tiempo, estaba disfrutando de cada minuto que vivía. Siempre tengo algo que hacer, bien con mis amigos o con mi familia. He probado muchísimas cosas nuevas: esquí, snowboard; he celebrado Halloween, asistí a una boda Canadiense, cavé calabazas gigantes y las decoré, monté a caballo, fui a ver rodeo en una feria, he vuelto a ser una niña al ver nevar, he cogido tanta confianza con mi familia que ahora mismo, sé que tengo dos familias, muy lejos pero que siempre estarán ahí.

He sido muy muy feliz, aunque también he llorado, no todo es tan fácil como puede sonar o parecer. Hay días que simplemente esperaría estar en mi otro hogar, el de España, aunque solo fuera por recibir un abrazo. Y hay días que he llorado de alegría cuando mi madre de acogida me ha dado un abrazo por el simple hecho de tener el detalle de cocinar algo para cenar. Y es así, así me he dado cuenta de que los pequeños gestos como ese o un “te echo de menos”, pueden significar un mundo. Porque aquí todo se vive multiplicado por 100, lo malo y lo bueno.

Yo estoy viviendo un sueño, que aunque no sea perfecto y a veces haya sido duro, merece y merecerá siempre la pena. Porque lo que estoy creciendo y aprendiendo, nunca lo hubiese conseguido en España, y porque conocer a gente de este país ya es increíble. Irme a finales de junio va a ser lo más duro que tenga que hacer hasta el momento.

Pero como siempre digo, quien no arriesga no gana, jamás podré estar lo suficientemente agradecida por esta oportunidad, porque es la mejor experiencia que un adolescente podrá jamás vivir. Te cambia la vida, para mejor.

Marta Rodríguez Caldera (1º Bach)