Enroque San Luis Revista Digital de Ajedrez - 4º Edición | Page 18
“Lo que
no mata,
fortalece…
¡Por dos!”
Por WIM Ayelén Martínez
En junio del 2012 tuve la oportunidad de competir en
dos torneos realizados en Asunción, Paraguay. Primeramente, jugué un torneo cerrado femenino y, luego,
el Sudamericano Sub 20. En ambos era una de las favoritas a alcanzar los primeros puestos. Fui con toda la
ilusión de volver, al menos, con un primer puesto, título
en mano y alegría para casa. Luego de las primeras rondas mi nivel de juego era tan malo que mi nueva meta
cambió a no estar en el último puesto.
Mi reacción a esta seguidilla de torneos fue llorar un
día completo, con una bronca increíble que me llevó
a pensar que debía dejar el ajedrez definitivamente.
Gracias a la ayuda y consejos de varias amistades y de
mi familia, me animé a volver a la Argentina a jugar el
Campeonato Argentino Superior Femenino: un torneo
que nunca había ganado, en el que nunca había sido
favorita y que daba plazas para ser parte del Equipo
Olímpico Femenino de Argentina, un logro que nunca
había alcanzado.
Comencé el torneo pensando que más abajo no podía estar pero con un hambre de revancha conmigo
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misma, que hizo que cada partida fuera un desafío. Me
replanteé que el ajedrez era lo que realmente me despertaba pasión y no tenía expectativa de ningún resultado. El momento en el que uno está sentado frente
al tablero y no existe nada más que piezas, variantes
y valoraciones, me hacía apasionar todavía más por
el juego y no la posición de presionarme por ganar tal
puesto o tal título. Gracias a esa actitud gané el Argentino y clasifiqué a las Olimpíadas, el torneo más grande
e importante de la Federación Internacional de Ajedrez
(FIDE) con 2095 de ELO (puntuación del ranking internacional), que se disputó en septiembre de 2012 en
Estambul, Turquía.
Mayo de 2016. Con 2146 de ranking y después de un
semestre en el que bajé 71 puntos de ELO (resultado
de cinco torneos en los que había jugado pésimo),
me sentía un poco confundida porque no veía cómo
mejorar mi juego. Lo que más me preocupaba era esa
barrera mental que estaba teniendo y que no me dejaba tener el hambre de querer mejorar. Me forcé a ver y
estudiar ajedrez tanto como pude.
Cuando uno toca fondo, pocas energías quedan para
entrenar fuertemente pero sabía también que detrás
de mi carrera deportiva personal yo no estaba sola:
mucho tuve y tengo que agradecer a entidades como
la Organización Marcel Duchamp, a cargo del capitán
olímpico femenino Eduardo Moccero, quien nos apoyó siempre para progresar a todas las chicas argentinas,
al igual que al programa de Ajedrez de la ULP con Pablo Ricardi a la cabeza, quien fue crucial en mayo para
hacerme notar que era capaz de salir de ese bajón.
Frente a este escenario decidí arriesgarme y aceptar la beca