El último grito El último grito | Page 13

entes, se fueron a su casa. Cuando llegaron y entraron, el oficial Fuentes di- jo. -María. Esta estatua Swarovski es tuya. Yo la cui- dé. Esta era una estatua de forma de un sol. -¡Muchísimas gracias! -No te enojes, pero tendré que pasar algunas no- ches aquí hasta que encuentre a Carlos. Él es muy peligroso. -Claro que no me voy a enojar. Usted puede dor- mir en la cama de mi hijo mayor. -No, sería mejor que me duerma en el sofá del li- ving para poder ver cuando viene. ¿Podríamos al- morzar? -Claro que sí. Mientras Marcos dormía, María y el oficial Fuen- tes se pusieron a almorzar. -¿Podríamos ver las noticias por la tele?— Preguntó el oficial Fuentes y María prendió la tele. El anfitrión decía. -El asesino más famoso de la ciudad, Carlos Ro- jas, entró a un micro de ambulancia ilegalmente ase- sinando a dos doctores y al conductor robándose el micro. Tenga mucho cuidado de él. Si alguien ve ese micro, que avise a la policía. -Apágala.—Dijo el oficial Fuentes.