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A NTONIO P INTO R ENEDO movimientos nacionalistas tengan que ser rechazables, pero muchos de ellos surgen del fomento de una visión despec- tiva de los demás, como ocurre con el nacionalismo vasco, que propone la creación de un estado independiente mi- núsculo y fomenta la existencia de una lengua para que la use un puñado de personas cuando de usarse el castellano se podrían entender con quinientos millones en todo el mundo. También resulta patética la defensa que hacen los separatistas catalanes con su lengua, ya que afirman que es un elemento propio y diferenciador del resto de España. Estas personas se olvidan de que su lengua no es tan pro- pia como piensan y que, en realidad, no es más que un de- rivado del latín que fue impuesto por los romanos dos mil años atrás, es decir, que esa defensa exacerbada de buscar cualquier punto de desunión con el Estado español, como es el de la lengua, solo pone en evidencia que los partidos nacionalistas lo que están haciendo es usar las lenguas au- tonómicas como arma e instrumento para fomentar el odio y la separación con respecto a España y aumentar el poder de sus partidos, en lugar de intentar buscar elementos de unión con ella. Pero la historia ha demostrado muchas veces que es con la unión con lo que se consigue la fuerza y no con la creación de estados minúsculos como preten- den los nacionalistas en España. No hay que olvidar que uno de los factores que provo- caron la guerra civil fueron precisamente las reclamaciones separatistas de las autonomías, que jugaban a plantear que todos los males de la economía o la sociedad eran culpa de España y todos los bienes eran responsabilidad de sus au- tonomías. 141