El libro de la verdad y de la vida El libro de la verdad y de la vida | Page 133

A NTONIO P INTO R ENEDO complicidad y cobardía de los políticos, que lo único que piensan es en los costes que implica tener a los delincuen- tes en prisión. Estos políticos se olvidan de que cuando un ciudadano quita una vida de forma intencionada, lo lógico es que pierda el derecho a decidir sobre la suya y, por lo tanto, lo correcto sería que pagara con su trabajo en pri- sión por los daños ocasionados a sus víctimas o al Estado, siendo así el trabajo en las prisiones un requisito que debe- ría ser obligatorio a todos los presos, salvo que ellos mismos se pagasen sus gastos y la indemnización que corresponda a sus víctimas. Por eso, lo lógico es que cuando a un criminal le co- rrespondiera por la acumulación de sus penas la cadena perpetua, esta se cumpliese sin trabas, y el Estado no tiene por qué tener ningún temor a exigir a los delincuentes que trabajen en las prisiones para que costeen sus propios gas- tos. Hay que tener en cuenta que cuando una persona comete uno o varios crímenes de manera intencionada, una vez que este detenido y condenado, cosas como la re- inserción o el interés del delincuente deben pasar a te- ner un valor secundario, porque quien quita una vida de- be dejar de poder decidir sobre la suya, y es al Estado y a las víctimas a quien corresponde decidir cómo administrar esa vida de forma que más sirva al interés social para evi- tar los crímenes, y si para ello se considera que debe per- manecer en la cárcel de por vida, están en su derecho a decidirlo. No es mejor ley aquella que suelta a los asesinos con facilidad que aquella que los ejecuta, pues el objetivo de la ley debe ser hacer justicia, y no satisfacer los deseos de los delincuentes. 133